CÓRDOBA / Valentin Malinin: álbum de cromos
Córdoba. Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco. 5-XI-2021. XIX Festival de Piano Rafael Orozco. Valentin Malinin, piano. Obras de Liszt y Scriabin.
Rafael Orozco, setenta y cinco años de su nacimiento y veinticinco de su muerte. Una efeméride así tenía por fuerza que notarse en la edición 2021 del festival de piano que lleva su nombre, organizado por el Conservatorio Superior de Música y el Ayuntamiento de Córdoba, y que, con ésta, alcanza ya la asentada cifra de diecinueve convocatorias. Un festival que, por fuerza propia y el buen hacer de su alma mater, Juan Miguel Moreno Calderón, pianista, profesor de pianistas y albacea espiritual de la figura del virtuoso cordobés, se ha convertido posiblemente en la cita musical de calidad más homogénea de la ciudad pese a no disponer del reconocimiento y los recursos que merece. Diecinueve años lleva Moreno Calderón trayendo jóvenes promesas, y alguna vaca consagrada, a Córdoba, a este privilegiado escaparate —entradas gratis, por ejemplo, salvo los conciertos de relumbrón — donde tomar el pulso al pianismo del futuro. Un lujo.
El Festival arrancó el pasado martes, 2 de noviembre, con el estreno mundial en la Sala Orive de Orozco, el piano vibrante, documental que glosa la trayectoria y los logros artísticos del que fuera, en palabras de Argerich, compañera y amiga, “uno de los grandes de nuestra generación”. Los breves episodios del pianista cordobés, extraídos de filmaciones de sus conciertos en vivo pusieron los pelos de punta, tal era la fuerza magnética y el despliegue de técnica pianística que emanaba de la pantalla. Una figura de dimensiones colosales a atesorar, estudiar y difundir en toda su potencia artística y vital, porque incluso una vida tan poliédrica como la de Orozco no hace sino agrandar aún más su leyenda.
Acabada la introducción y yendo a lo mollar de esta crítica, interesante concierto el planteado por el flamante ganador del Concurso Internacional de Piano de Jaén, el joven ruso Valentin Malinin (2001) el viernes 5 de noviembre en el auditorio del Conservatorio. Obras de Liszt y un joven Scriabin, no aún el del peculiar universo tímbrico teosófico, pero sí digno continuador del romanticismo desbordado y la inestabilidad tonal del rico cromatismo que distinguiera al genial húngaro. Arrancó Malinin un poco frío con la Balada nº 2 de Liszt. Más concentrado en lo atmosférico que en la bravura, supo dar la dimensión adecuada a las partes más lúgubres, donde desplegó sentido del cuidado en las intensidades, más que en los vendavales sonoros donde el piano parecía no dar toda la potencia deseable. El Vals op. 38 y el Poème Tragique op. 34 de Scriabin, a continuación, discurrieron por similares derroteros. Fue a partir de la transcripción lisztiana de la Liebestod del Tristán que el pianista comenzó a desmelenarse logrando, pese a una irregular distribución de los arcos de tensiones previos, un clímax emocionante. Este calentamiento espiritual hizo que la Fantasía op. 28 de Scriabin posterior discurriera con gran línea estilística e interpretativa. Pero lo mejor iba a llegar al final, con la Quasi Sonata a partir de Dante expuesta por el pianista, relajado y ya entrado en calor, haciendo alarde de un pianismo de enorme altura, que no se arrugó en los pasajes más enloquecidos ni se perdió en los remansos líricos, obteniendo el júbilo final del público entusiasmado ante la prueba de concentración de la que había sido testigo. Buen concierto y gran satisfacción.
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C. Crespo García