CÓRDOBA / Rito de paso
Córdoba. Gran Teatro. 21-IV-2022. Beethoven: Missa Solemnis. Raquel Lojendio, soprano. Marifé Nogales, mezzosoprano. Gustavo Peña, tenor. Jochen Kupfer, barítono. Coro de la Ópera de Córdoba. Joven Coro de Andalucía. Orquesta de Córdoba. Director: Carlos Domínguez Nieto.
Tras ese primer acorde en Re mayor con el que se inició la Missa Solemnis de Beethoven, majestuoso y broncíneo, entramos de lleno en el terreno de lo ignoto. Nunca en Córdoba se había escuchado esta música en vivo hasta la fecha, por lo que estábamos, técnicamente, ante un estreno. La Orquesta de Córdoba se enfrentaba a un reto mayúsculo por duración y por exigencia, acentuada por la concurrencia cuasi permanente del coro. Este, compuesto realmente por dos coros, el de la Ópera de Córdoba y el Joven de Andalucía, coros no profesionales pero bien entrenados por José María Luque y Marco Antonio García respectivamente, tenía ante sí una obra famosa por el tratamiento salvaje de las partes vocales. Carlos Domínguez Nieto, el titular, se la jugaba en una apuesta artística arriesgada, a máximos, programada hace tiempo y pospuesta varias veces por la covid. El recinto, nuestro querido Gran Teatro, la acústica más seca imaginable, por último, pocas veces se había visto sometido a tanto caudal sonoro.
¿El resultado? Acontecimiento histórico y éxito incontestable. Y no es que allí, de repente, orquesta, coro y director se transmutaran en, digamos, la Filarmónica de Berlín, el coro Robert Shaw o en Otto Klemperer, que no sucedió ni tampoco se esperaba, sino que fue tanto el esfuerzo, tanto el trabajo concienzudo de ensayos que emanaba de la ejecución, tanta la verdad y el compromiso al servicio de la obra, que las irregularidades, las desigualdades, pasaron a segundo plano, quedando una interpretación de una grandeza y una claridad emocionantes. El público, consciente de los múltiples significados de un acontecimiento de este calado, se volcó al final con la mayor de las ovaciones vistas por quien esto firma.
¿Y la interpretación? Tras un Kyrie prudente y sereno, en donde orquesta y coros, que cantaban con mascarilla, se fueron poco a poco ajustando, Gloria y Credo fueron modélicos por la manera de diferenciar las secciones del texto, con detalles reveladores. Más límpidamente resuelta la fuga del primero que la del segundo. En el Sanctus–Benedictus, Carlos Domínguez Nieto, atentísimo en todo momento a moldear plásticamente el sonido de la masa coral, hizo frasear de manera aún más personal a la orquesta, eligiendo para ello tempi amplísimos y dejando, aquí y allá, acentos de gran expresividad. En el Benedictus, el violín de Pablo Suárez sonó adecuadamente áureo, iluminando de belleza el recinto. Al Agnus Dei llegamos con la tranquilidad de haber llegado felizmente a puerto tras una sorprendente travesía y las llamadas al Altísimo implorando paz bajo la amenaza de la guerra discurrieron fluidas y naturales. Serio y solvente cuarteto vocal, donde destacaron, por homogeneidad, las voces de Marifé Nogales y Jochen Kupfer. El tenor Gustavo Peña se impuso al resto por volumen y squillo, aunque hubiéramos deseado un canto más atento al claroscuro. Raquel Lojendio, por último, salió airosa de la tormentosa escritura beethoveniana de la parte de soprano.
¿Y las consecuencias? La Orquesta de Córdoba y su titular apuntan progresivamente a un futuro como formación sinfónica estable no muy lejano. Una nueva escala y un nuevo repertorio, que deja atrás, por evolución, aquella formación clásica nacida bajo circunstancias más restrictivas que el resto de sus homólogas andaluzas a principios de los noventa, a la sombra del gran Leo Brouwer. Estas interpretaciones de la Missa Solemnis pueden ser vistas como verdadero rito de paso, más allá de los puntuales Bruckner o Stravinsky ya interpretados anteriormente. Pero como pasa con cualquier organismo que experimenta un crecimiento, las costuras se aprietan, los recursos se quedan cortos, la sala, pequeña, el personal, escaso. ¿Sabrá Córdoba dotar de la horma adecuada para que pueda seguir creciendo esta nueva Orquesta de Córdoba.
C. Crespo García
(Foto: Paco Casado)