CÓRDOBA / El rigor bien entendido y bien trabajado
Córdoba. Gran Teatro. 10-III-2022. Orquesta de Córdoba. Directora: Johanna Soller. Obras de J.S. Bach, W.F. Bach, C.P.E. Bach, J.C.F. Bach y J.C. Bach
El nacimiento del gran Bach se conmemora anualmente en su Eisenach natal programando conciertos de su música, de sobra conocida, junto a músicas de sus cuatros hijos compositores, desconocidísimas para el público mayoritario y que merecen, sin duda, contar con más oportunidades de ser oídas. Acierta la Orquesta de Córdoba en replicar una práctica tan inteligente como divulgadora, y acierta doblemente invitando al frente a una especialista como la alemana Johanna Soller, clavecinista y organista, directora titular del conjunto barroco Capella Sollertia y directora artística de la serie de cantatas de Bach “Cantate um 1715”.
Contar con Soller para una colección de músicas que transitan del Barroco pleno al Clasicismo pleno fue garantía de rigor estilístico en materia de ejecución y expresión. Impuso tempi ágiles y propulsivos, aunque con una atención continua a la nitidez de la articulación y al equilibrio de las voces. Admirable el trabajo el de esta joven directora durante todo el programa. Otro trabajo admirable más capitaneado por una mujer. Y es que en la memoria de logros recientes de la Orquesta de Córdoba, las mujeres han escrito los episodios más fulgurantes. No solo ellas, desde luego, pero ellas, todas. Este hecho tenía que haberse quedado refrendado en el siguiente programa de abono con el retorno de la triunfal Oksana Lyniv, pero problemas de agenda nos hurta el que era uno de los gozos más esperados de la temporada.
Las obras del gran Johann Sebastian demostraron permanecer inmarcesibles en su plenitud, como soles impasibles. Mejor planteada en su conjunto la Tercera suite, con un Air soberbiamente cantado con gran depuración y alla breve, que el Concierto de Brandemburgo n° 3, donde la reducida plantilla de cuerda (2/1/3/3/1) vivió momentos de aprieto a la hora de sacar adelante las endiabladas figuraciones de su Allegro inicial. Aun así, el sonido de la Orquesta de Córdoba resultó trabajado y adaptado, reflejo de lo que ha tenido que ser una intensa sesión de ensayos. A la cuerda se le pidió, y dio, afinación y vibrato contenido. A los timbales, baquetas duras. Ya contábamos con que la acústica del Gran Teatro no ayudaría a lograr la claridad deseada, sobre todo en los tutti, donde el esplendor de las trompetas pudo con todo. La Obertura de la Tercera suite, con la que se abrió el programa, fue la mejor muestra de ese sonido transformado.
Desiguales, aunque nunca carentes de interés, las obras de los hijos Bach. La breve Sinfonía en Re menor (1740) de Wilhelm Friedemann emplea todavía recursos expresivos arcaizantes, aunque su balbuciente estructura, un adagio con flautas a dúo seguido de una fuga para cuerdas, nos refiere un estado de formas en transición hacia un futuro indeterminado. En ese futuro se presentó nítidamente instalado Carl Philipp Emanuel Bach, en cuya Sinfonía en Mi menor (1756) late un clasicismo atormentado Sturm und Drang, una música que, comparada con la de su padre, es ya abiertamente otra cosa. La Sinfonía en Do menor (1770) de Johann Christoph Friedrich Bach fue a pesar de la solvencia técnica, la que menos entusiasmo despertó.
Con la música de Johann Christian Bach, tan admirado por Mozart, con su Sinfonía en Re mayor “Grand-Overture” (1769-1779) nos alejamos definitivamente tanto de las piadosas bóvedas eclesiales como de los salones cortesanos para mirar de soslayo al siglo XIX a través de las mundanas salas de ópera. La enorme vecindad sonora entre el salzburgués y el menor de los Bach en cuestión de recursos expresivos, fantasía formal y efervescencia fue una de las sorpresas más gratas de la velada. Gran rendimiento de la orquesta y justo triunfo de su invitada.
C. Crespo García
(Foto: Paco Casado)