CÓRDOBA / El esperado y admirable Chopin de Iván Martín

Córdoba. Gran Teatro. 25-XI-2021. Orquesta de Córdoba. Iván Martín, piano. Dirección: Andrés Salado. Obra de Fernández-Barrero, Chopin y Gounod.
El esperado encuentro de la melomanía cordobesa con el pianista canario Iván Martín, pospuesto hasta la fecha por motivos pandémicos, iba a servir de broche y colofón a la XIX edición del Festival de Piano Rafael Orozco, una cita que, a tenor de lo visto y oído, ha disfrutado una extraordinaria homogeneidad, rara por estos lares, con conciertos para el recuerdo de Ciobanu, Ambrosini, Lugansky o Can Çakmur. La ciudad y su ayuntamiento, organizador del festival, pueden sentirse afortunados de la categoría musical alcanzada por el festival, algo en lo que tiene que ver el gran trabajo de su cabeza rectora, Juan Miguel Moreno Calderón, y si su trascendencia a nivel de impacto mediático o ciudadano no es mayor es porque nuestras munícipes mentes no alcanzan a comprender del todo la dimensión que podría alcanzar si dispusiera de los recursos adecuados. A la vista del éxito, confiamos al menos en que las siguientes ediciones confirmen la tendencia creciente.
Entrando en materia, fue el concurso de Iván Martín en el Segundo concierto para piano y orquesta de Chopin el que centraba, de inicio, el mayor interés la velada. Y no nos equivocábamos. El músico canario brilló por musicalidad, por técnica, pasando con pasmosa facilidad por toda la partitura. Su discurso sonoro, directo y apremiante, con medidos detalles expresivos, captaba y lograba retener la atención en todo momento. Martín, al que hemos conocido transitando otros mundos sonoros como son los de Beethoven, Mozart, Haydn o Soler, mostró, precisamente, una digitación muy ahormada al clasicismo por agilidad, por el valor exacto dado a cada nota, por la limpieza de trinos y escalas. Puede que echáramos en falta un mayor sentido de ese difícilmente definible claroscuro chopiniano, aunque por la fecha de la composición y la edad del compositor igual no sea apropiado esperarlo aquí aún. En cualquier caso, la interpretación fue admirable y recibió la ovación que merecía. Martín premió al público con una interpretación fogosa de la Sonata en Si menor K. 27 de Domenico Scarlatti donde se le pudo percibir aún más en su elemento.
El programa de la velada se había iniciado anteriormente con la interpretación del Nocturno sinfónico para orquesta y piano del joven Marcos Fernández-Barrero (1984), barcelonés afincado en Londres, desde donde desarrolla una intensa actividad como compositor y docente. La obra, merecedora del IX Premio de Composición AEOS-Fundación BBVA, pretende introducir al oyente en un mal sueño lleno de presagios y amenazas mediante un continuum sonoro que experimenta con el timbre y la textura. Andrés Salado, batuta invitada, marcó precisamente sin batuta, alla Boulez, tratando de imponer orden y diferenciación entre los distintos planos sonoros, luchando contra la aspereza acústica del Gran Teatro y la palidez de las cuerdas y obteniendo un resultado desigual en lo interpretativo pero triunfal en lo que tuvo que ver con la participación de las secciones de viento y percusión.
El concierto se cerró con la ejecución de la Segunda sinfonía de Charles Gounod, obra que se inscribe, junto a la Primera sinfonía y a la Misa solemne, en el comienzo de una etapa de madurez que culminará, en 1859, con un gran aldabonazo, su ópera Fausto. ¡Qué inusual es escuchar la música sinfónica de Gounod en una sala de conciertos! Sepultada por las óperas, se trata sin duda de una obra que merece mayor atención. Canónica, ‘clásica’ en su romanticismo, valga la paradoja, en ella escuchamos ecos y resonancias de voces conocidas: Schubert, Schumann, Beethoven, por supuesto… Lástima que la propuesta de Salado no supiera extraer toda la finura melódica que atesora la partitura ni armar las tensiones internas de la obra. Fue un suceder sin acontecer, una ejecución montada que no quiso, o no supo, ir más allá. El discreto segundo plano de orquesta y director durante el concierto de piano de Chopin ya nos avisaba de la tónica por la que iba a transcurrir la segunda parte del programa, como así fue. Gounod tendrá que seguir esperando.
C. Crespo García