CÓRDOBA / Dmytro Choni: Pianista de alta escuela

Córdoba. Auditorio del Conservatorio Superior de Música. 16-XI-2019. XVIII Festival de Piano ‘Rafael Orozco’. Recital de Dmytro Choni. Obras de Johannes Brahms, Franz Liszt, Robert Schumann y Sergei Rachmaninov.
El recital del último ganador del Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O’Shea levantó tal expectación que llenó por completo la sala del conservatorio cordobés. Destacó la presencia de público joven, deseoso de apreciar y disfrutar de las excelencias del pianista ucraniano Dmytro Choni, quien se presentaba en el Festival ‘Rafael Orozco’ con un programa de gran calado artístico y de muy comprometido nivel técnico.
De cómo planteó la ejecución de las dos Rapsodias, Op. 79 de Johannes Brahms, que ocuparon el pórtico de su actuación, se podía inferir que íbamos a disfrutar de un recital de altura, según se vino a confirmar a medida que discurría el concierto. Choni supo extraer una controlada pasión de sus pentagramas, confiriendo un aire scherzante al tema inicial de la primera, escrita en tonalidad menor, cargando de lirismo el segundo, situando así la obra en un contrastado equilibrio que venía a demostrar la madurez de este intérprete, que sabe adentrarse en esta quintaesencia brahmsiana que con tanta claridad refleja el ser musical del compositor hanseático. En la segunda rapsodia, Choni alcanzó ese punto de dicción como si esta pieza no tuviera inestabilidad tonal, dejando una sensación de heroísmo filistéico schumanniano más allá de las intenciones del autor, precisamente tan admirador y amigo entrañable de Schumann, autor en el que parece inspirarse esta rapsodia escrita en la tonalidad de Sol menor.
Siguieron las Canciones de la mañana, Op. 133 de Robert Schumann que, a modo de interludio emocional, Choni situó en el programa antes del séptimo número del Segundo Año de peregrinaje S.161 de Franz Liszt, que lleva por título Después de una lectura de Dante. Fantasía cuasi sonata. El ucraniano mantuvo un alto grado de concentración en la expresión sonora de la primera pieza, que desgranó con tranquila distinción contrapuntística; la segunda la interpretó animadamente, destacando su escondida coralidad para afrontar con vigor la tercera aprovechando el modo mayor de su música, sin olvidar en momento alguno la definitoria voz propia del autor. El canto fue la preocupación primordial en su lectura de la cuarta, favorecida por la alterada tonalidad menor de su armadura, para transmitir la quinta como resumen de un viaje sin destino que canta las sensaciones sonoras que el advenimiento del alba le producían a Schumann, esencial inspiración de estas postreras piezas, muy curiosas y hasta misteriosas como la que abre el conjunto.
Terminó la primera parte con una de las páginas más singulares del catálogo de Liszt, dando toda una lección en el planteamiento del carácter poemático que sostiene la que es conocida también por Sonata Dante. Lo más importante de su interpretación fue el haber encontrado ese difícil sentido unitario que parece no tener esta obra ante la disparidad de aires que contiene con los consiguientes cambios de ritmo, así como su disparidad temática, que exigen del intérprete el grado máximo de poderío técnico junto a una capacidad musical de altísimo nivel intelectivo. Dmytro Choni sabe cuál es el camino, según le pudimos escuchar y disfrutar en algunos pasajes, como el ofrecido en el asombroso Presto agitato central, que parece determinar y a la vez diluir el nudo del drama contenido en esta obra. Los primeros bravi surgieron de entre público con especial desahogo.
La segunda parte estuvo dedicada en su integridad a Sergei Rachmaninov, acaparando toda la atención su Sonata, Op.36 como la otra gran obra del recital junto a la inmediata anterior comentada. Como si le sirviera de mentalización y preparación técnica, interpretó la versión pianística de la Tercera (Margaritas) de las Seis Romanzas para voz y piano, Op. 38 con gran sentido liederístico, le siguió la Quinta (Lilas) para piano solo de las Doce romanzas, Op. 21, intensificando fantasía en su lectura. Cerró esta especie de introducción de autor con el Cuarto momento musical, Op. 16 preparando sus manos, especialmente la izquierda, ante la enorme compulsión virtuosística a que le iba a obligar la anteriormente mencionada segunda sonata de Rachmaninov.
Manteniendo un alto nivel expresivo en toda la obra, hay que destacar el enorme control mantenido por Dmytro Choni para expresar el carácter espontáneo que dio al movimiento central, desarrollando un alto sentido de integración cinética en este pasaje. Se pudo apreciar cómo la naturalidad de su interacción cinética con el instrumento implementaba la percepción del sonido, cualidad que sólo puede apreciarse en contados intérpretes, circunstancia que influyó para que se produjera otro de los momentos mágicos de este recital. La amplitud sonora con la que presentó el Allegro final se constituyó en la mejor rúbrica de su gran escuela, que le ha permitido una actuación que pasará, seguramente, como una de las más destacadas de la presente edición del Festival. La intensa y prolongada ovación final lleva a presuponer esta valoración.
Como bises ofreció una paráfrasis de concierto de Alfred Grünfeld titulada Soirée de Vienne basada en episodios del vals El Murciélago, Op. 56 de Johann Strauss que elevó los vítores del público. Tras ello el pianista apaciguó los ánimos con una exquisita versión de la Primera Arabesca de Claude Debussy, con la que cerraba, por esta vez, su presencia en el Festival.
José Antonio Cantón
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