CÓRDOBA / Cita reveladora

Córdoba. Gran Teatro. 28-I-2021. Jean-Guihen Queyras. Esteban Algora, acordeón. Orquesta de Córdoba. Directora: Judith Kubitz. Obras de Gubaidulina, Pärt y Poulenc.
Por varias razones, el sexto concierto de abono de la OC en la presente temporada ha supuesto una de las citas más reveladoras del avance artístico y técnico de esta formación desde que accediera a su dirección titular el maestro madrileño Carlos Domínguez-Nieto. Primero, por la invitación a dos solistas de primer nivel internacional; segundo, por la acertada elección de la directora soraba Judith Kubitz y, finalmente, por el programa, integrado por dos obras de intenso calado simbólico, que trasciende su propia naturaleza musical, como se desprende del Cantus in memoriam Benjamin Britten de Arvo Pärt y de las Las siete palabra para violonchelo, bayón o acordeón y cuerdas de Sofia Gubaidulina y, en contraste, la distensible Sinfonietta en Fa de Francis Poulenc.
Con los profesores en pie, como queriendo así intensificar la atención y expresividad que requiere la memorable pieza que Pärt dedicó a Britten en 1977, el sonido fue creciendo paulatinamente siguiendo el pulso de la directora que, a lo largo de su discurso, fue fiel indicadora del concentrado dolor que desprende esta composición. La forma de afrontar su final determinó uno de los momentos más significativos del concierto, dada la estratificación sonora conseguida en esa especie de encaje extensible de los distintos motivos, generando una contemplativa fascinación en el oyente. El prologando y sobrecogedor silencio final dejaba claro la tensión experimentada por la orquesta, la dirección y el público, que no llegaba a iniciar el que terminó siendo un necesario por relajante aplauso.
Con la misma intención conmovedora, Judith Kubitz planteó la conducción de las Las siete palabras (1982) de Gubaidulina. Respetando esa creatividad musical de mística religiosa que caracteriza esta obra de la compositora tártara, orientó su exposición de manera directa y, hasta podría decirse, impactante, con la inestimable colaboración de unos solistas de excepción que significaban en cada momento todo un acicate para hacer que la música fluyera como conceptible relato del trance de la muerte de Cristo. Jean-Guihen Queyras llevaba su violonchelo a estertóreas sonoridades difíciles de imaginar por su dramatismo, que se veían constantemente estimuladas por las roncas voces de un acordeón magistralmente tratado por Esteban Algora, alcanzándose en algunos pasajes tan alto grado de novedosa mixtura tímbrica entre ambos instrumentos que provocaban sorpresa a la vez que admiración en el atento espectador. Fue el caso de la cuarta palabra, donde solistas y orquesta dejaban una sensación de alta musicalidad expresando sentimientos de soledad, espanto y abandono. De sobrecogedor efecto hay que entender el resultado sonoro de cómo el acordeonista manejó la presión del fuelle imitando los cada vez menores alientos de vida en la última palabra acompañados por tenues pizzicati. En conjunto, hay que decir que la autenticidad percibida en esta interpretación ha sido su valor primordial, dejando la sensación de un entendimiento musical y un compromiso con la obra desde un muy elevado nivel estético.
Buscando un efecto de distensión ante el elegíaco carácter dramático de las anteriores composiciones, la Sinfonietta (1947) de Poulenc sirvió para desviar la atención del auditorio a unos parámetros artísticos de emociones mas distendidas. Kubitz, haciendo gala de todos sus recursos técnicos, contrastó las líneas melódicas que confluyen en el Allegro de apertura marcando su naturaleza rítmica, que también destacó en el vital segundo movimiento. Extrajo la mejor musicalidad del tercero, quizás el más afín a la personalidad psicológica del autor, y se dejó llevar por el agradable aire neoclásico que emana del Finale. Concluía así su actuación, que quedará como ejemplo de servicio a la música, llevando con sentido y eficacia a su propia comprensión el contenido de tres obras estéticamente hermosas y técnicamente desafiantes dentro del catálogo de cada uno de sus autores.
(Foto: Paco Casado)