Consecuencias y lecciones de la pandemia

Esta es la primera vez en la que, a lo largo de sus treinta y cinco años de vida, Scherzo no aparecerá en los quioscos ni en los buzones de sus suscriptores en la edición impresa. Las consecuencias de la pandemia de coronavirus hacen imposible la impresión, encuadernación y distribución de la revista en su formato físico. Pero no podemos faltar a nuestra cita mensual, más aún en días en los que tanto se agradece cualquier consuelo en forma de comunicación con aquello que amamos especialmente, en este caso la música clásica. Por eso estamos aquí y por eso abrimos los contenidos de este número de abril de 2020 a todos los lectores, sean o no suscriptores de la revista, en la esperanza de que todo pase pronto, de que la ilusión sobrepase al temor, de que podamos reencontrarnos mientras también recordamos a quienes nos dejaron en momentos tan duros. Por nuestra parte, no les quepa duda que, a pesar de las dificultades que se avecinan para los medios de comunicación con la caída brutal de la publicidad, haremos todo lo que esté en nuestra mano para seguir siendo fieles a este encuentro.
En un momento como este, lo primero que tiene que pedir el mundo de la cultura, el mundo de la música, es exactamente lo mismo que han de exigir todos los ciudadanos después de esta experiencia inesperada y terrible: que la sanidad siempre y en cualquier lugar de España sea pública, que las organizaciones internacionales prohíban el oligopolio de los instrumentos paliativos de enfermedades y pandemias, que nuestros políticos aprendan qué es la altura de miras y la lealtad institucional, que valoremos la solidaridad por encima de las diferencias a través de un nuevo pacto social.
Hemos querido dedicar una parte importante de este número de abril al coronavirus y sus consecuencias para el mundo de la música clásica. Programadores e intérpretes analizan una realidad que nos ha pillado a todos por sorpresa, que va a generar grandes pérdidas económicas a las instituciones y a los profesionales, pero que no puede desvincularse del sufrimiento del resto de la sociedad española, que no puede pedir privilegios, sino exigir que su caso sea tratado dentro del conjunto de todos aquellos a quienes la pandemia va a complicar su vida de manera dramática. En las páginas que siguen, el lector va a conocer de primera mano cómo afectará la crisis a quienes hacen música más allá de esa engañosa facilidad que traslucen en estos días los balcones o los teléfonos móviles. Esa generosidad de los músicos —algunos de los cuales han dejado de cobrar sus salarios inmediatamente— no ha de hacer olvidar que hacen falta contratos bien hechos, que es necesaria, a efectos de una mínima seguridad personal y familiar, la consideración de los freelancers españoles como los intermitentes franceses, que las administraciones con gastos comprometidos deben hacerlos efectivos, que no puede esperar más una Ley de Mecenazgo que suponga una base más sólida para nuestros músicos, que hallemos la fórmula para articular una política de Estado que considere la cultura no ya como un patrimonio a conservar, sino como una realidad con suficiente peso en sus ingresos como para darle un tratamiento especial, ni más ni menos que el de otros sectores estratégicos pero sí en pie de igualdad.
¿Qué va a ser de la música clásica después de este paréntesis? Hay quien dice que cambia el paradigma, la relación entre oferta y demanda, la situación del oyente que ha descubierto la facilidad de acceso a través de las redes y los sistemas. Pero no, ese no es el oyente, el espectador de la música clásica. En estos días, con mejor o peor intención, hemos visto una trivialización de la oferta ligada a una cierta hipocresía por parte de algunos divulgadores de contenidos. Se ha cumplido con la imagen, pero recurrir a lo excepcional para pretendidamente democratizar la cultura no es un buen camino La música clásica no está hecha para que los periódicos, las emisoras de radio o las redes la ofrezcan en forma de kits de supervivencia. La gratuidad coyuntural debe ser eso, un apoyo en tiempos difíciles que no oculte la gravedad de una situación que, tras esta experiencia, debiera cambiar radicalmente en España. Un concierto no es la suma de unos cuantos músicos tocando en sus balcones, sino una propuesta seriamente preparada, una celebración compartida de aquello que es capaz de crear el genio del ser humano. Si lo olvidamos, entonces sí que todo habrá terminado. ¶
(Editorial publicado en el nº 361 de SCHERZO, de abril de 2020)
Ante la situación del estado de alarma sanitaria nacional, este número de la revista va a ser editado únicamente en PDF y en abierto. La descarga gratuita está disponible en nuestra hemeroteca.