COLMENAR DEL ARROYO / Caldara se lo merecía
Colmenar del Arroyo. Iglesia de la Asunción. 7-VIII-2020. Festival Clásicos den Verano de la Comunidad de Madrid. La Ritirata (Josetxu Obregón, violonchelo; Ignacio Prego, clave). Obras de Caldara.
Beethoven y el coronavirus se están llevando por delante la otra gran conmemoración del 2020: el 350º aniversario del nacimiento del veneciano Antonio Caldara, quien, por cierto, tiene en común con el mencionado compositor alemán el haber fallecido en la misma ciudad, Viena —91 años antes—, aunque es poco que Beethoven llegara a saber quién fue Caldara. En medio de este lamentable olvido, un violonchelista español, Josetxu Obregón, lucha contra viento y marea para que uno de los más grandes músicos del siglo XVIII reciba el homenaje que merece: ha sido, con su grupo —La Ritirata—, el único que por ahora le ha dedicado este año una grabación monográfica —en el sello Glossa— y se halla inmerso en una gira por varias comunidades españolas: ha pasado en estos últimos días por el País Vasco (San Sebastián, en la programación de la Quincena), Cantabria (Torrelavega y Ampuero, dentro del Festival Internacional de Santander) y Madrid (Colmenar del Arroyo), y esta noche tocará en Sevilla, en los jardines del Real Alcázar.
Caldara cultivó todos los géneros posibles de su tiempo: ópera, oratorio, cantatas, misas, motetes, música de cámara… Brilló en su Venecia natal (y en Roma, donde fue maestro de capilla del príncipe Ruspoli, sucediendo en este cargo a Haendel), pero sobre todo destacó en la corte de Viena, al servicio del emperador Carlos VI, quien ya antes, como mero pretendiente al trono español, había sido su patrón. Es probable que ese empleo con el archiduque Carlos lo llevara a Barcelona en los primeros años de la Guerra de Sucesión Española. No está documentado el paso de Caldara por la península ibérica, pero sí que fue suya la primera ópera italiana que sonó por estos pagos: Il più bel nome. (a la que seguirían, también en Barcelona, otras dos: Il nome più glorioso y L’Atenaide). Tampoco en esto hay unanimidad: se da por probado que Caldara compuso esta ópera con motivo de la boda del archiduque Carlos con Isabel Cristina de Brunswick, y que se estrenó en la Llotja del Mar el 2 de agosto de 1708… Pero el propio nombre de la ópera (Il più bel nome nei festeggiarsi il Nome Felicissimo di Sua Maestà Cattolica Elisabetha Christina Regina delle Spagne) ya denota que Caldara pudo escribir realmente esta ópera para celebrar la onomástica de la reina (Santa Isabel de Hungría) y que, por tanto, el estreno tuvo lugar el 17 de noviembre de ese año.
Lo singular de la gira de Obregón ha sido la variedad de los programas y de orgánicos utilizados. El de anoche en Colmenar del Arroya —que será el mismo de hoy en Sevilla— abordó la faceta del Caldara violonchelista. Para ello, Obregón se hizo acompañar únicamente del clavecinista Ignacio Prego. Les unen una larga amistad, el haber compartido estudios en el mismo conservatorio —el de San Lorenzo de El Escorial— y el haber grabado juntos su primer disco cuando el primero se dedicaba al violonchelo moderno y el segundo, al piano (¡con obras de Prokofiev, Cassadó y Webern!). Hoy, no es necesario insistir en ello, son cabeza de lanza de esa formidable plétora de músicos españoles que se dedican al Barroco, con un reconocimiento internacional tan extendido como justo.
Interpretaron dos sonatas completas para violonchelo, así como algunos movimientos sueltos de otras de las muchísimas sonatas que Caldara compuso para este instrumento, las cuales fueron mezclando con varios ejercicios que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Viena (de increíble calidad, pese a tratarse de piezas con fines exclusivamente didácticos) y con tres insólitas fugas para teclado que el veneciano ni siquiera se molestó en enviar a la imprenta, acaso porque no eran más que simples esbozos de música que pudo haber utilizado posteriormente en algunas de sus cantatas. La compenetración entre Obregón y Prego fue absoluta, lo cual sirvió para realzar la magnífica factura de estas músicas de Caldara. Contribuyó a ello, asimismo, la asombrosa acústica de Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora (siglos XVI y XVII), cuya autoría se atribuye al genial arquitecto Juan de Herrera y cuyo techo de madera sigue siendo el original. Pese a la sofocante calorina de la noche, el concierto se vio rodeado desde el primer momento por un halo mágico: Caldara es mucho Caldara, y Obregón y Prego son dos músicos fastuosos, por si alguien aún tenía dudas de ello.
Eduardo Torrico
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