CASTAÑO DEL ROBLEDO / Froccoulle dialoga con Correa de Arauxo

Castaño del Robledo. Iglesia de Santiago el Mayor. 12-VI-2022. Bernard Froccoulle, órgano. Obras de Correa de Arauxo, Sweelinck, Frescobaldi y Bull.

Una manda testamentaria de un pío feligrés portugués permitió que se construyese un órgano en la Iglesia de Santiago el Mayor de Castaño del Robledo, en la sierra de Huelva. La obra fue adjudicada a los organeros Francisco Ortíguez y Manuel María González y finalizada en 1751. Con el paso de los años el instrumento fue cediendo a la edad y el abandono, hasta que en 2007, dentro del plan Andalucía Barroca la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía adjudicó su restauración a Gerhard Grenzing. La sorpresa saltó cuando, al adentrarse en las entrañas del órgano, se pudo comprobar que albergaba en su interior una serie de tubos, registros y mecanismos mucho más antiguos de lo que podía esperarse, pues se trataba de lo que parecían restos de un órgano de raigambre flamenca de la segunda mitad del siglo XVI. Fue cuestión de atar cabos: Ortíguez estaba por aquellos años de mediados del XVIII desmontando el primitivo órgano erigido por Maese Jorge para la catedral de Sevilla entre 1567 y 1579, por lo que aprovechó la mayor parte de su estructura para el nuevo órgano de Castaño del Robledo. Ello lo hace merecedor, en consecuencia, de ser considerado uno de los órganos más antiguos de la península, al haberse conservado milagrosamente intacto su corazón renacentista. Como dijo el propio Bernard Froccoulle en su alocución previa a este concierto, es el instrumento ‘viviente’ que más se acerca al paisaje sonoro que debió conocer Francisco Correa de Arauxo en Sevilla, de ahí que Froccoulle lo eligiese, junto a otros instrumentos, para su grabación en cuatro discos de la obra del compositor sevillano.

Froccoulle se deshizo en elogios hacia el instrumento, perfectamente restaurado por Grenzing y puesto a punto en 2019 para la mencionada grabación. Sobresale en él, dado su origen catedralicio, la potencia de su sonido y, sobre todo, la claridad de sus timbres y registros. Carece de trompetería horizontal, pero sus registros internos de trompeta real y corneta suplen con creces el relieve y el brillo de esas sonoridades áulicas y bélicas.

Con tales mimbres, Froccoulle desplegó un fascinante programa que ponía a Correa de Arauxo en correspondencia con algunos de sus principales contemporáneos. Del organista sevillano ofreció una amplia selección de ocho tientos en los que se podían apreciar todas las posibilidades del instrumento, desde los potentes, ricos y complejos tímbricamente hablando llenos del Tiento nº 2 o del nº 23, hasta los distintos medios registros, en los que lucieron la refulgente lengüetería del nº 39 y la belleza tornasolada de los flautados del nº 19. Los potentes bajos salieron a relucir, dando razón al maestro belga cuando ponía en relación la música de Correa con el claroscuro de la escuela pictórica sevillana del XVII. En esos tientos de medio registro Froccoulle supo explorar, con la ayuda del instrumento, ese juego de contrastes cromáticos entre los profundos y redondos graves de la mano izquierda y el brillo de los registros de la mano derecha. Todo ello culminó en el Tiento nº 23, que parafrasea la Batalla de Morales, con soberbios llenos y alternancia con las chirimías y trompetas. Aquí, como en el resto del programa, Froccoulle mostró conocer al dedillo los secretos expresivos y técnicos de la música para órgano de la época, utilizando registraciones con gran sabiduría expresiva y tempos siempre animados. La agilidad y la precisión en la digitación fueron impecables, incluso en momentos tan comprometidos como algunas de las diferencias en el Ballo del Granduca de Sweelinck, las cada vez más complejas variaciones del Capriccio sopra la bassa fiaminga de Frescobaldi o, sobre todo, en el muy exigente Salve Regina de John Bull. Subrayemos, para terminar, la adecuación estilística de la ornamentación con la que Froccoulle adornó sus magistrales versiones.

Hay que agradecer desde aquí el que Andrés Cea Galán, al frente del Instituto del Órgano Hispánico, haya hecho posible este pequeño milagro de traer al maestro Foccroulle al corazón de la Sierra de Huelva para este reencuentro feliz.

Andrés Moreno Mengíbar

(Foto: Federico Mantecón)