Carlos Prieto, en la Casa de México de Madrid

La sede de la Casa de México en Madrid cumplió ayer un año. Es un hermoso palacio en plena calle Alberto Aguilera que muestra la cultura y el arte mexicanos en exposiciones, conciertos y otras manifestaciones. El violonchelista Carlos Prieto (Ciudad de México, 1937) se brindó a una charla-concierto para ese día, y así tuve oportunidad de platicar con él antes del acto. Eso, más que lo que contó al público antes de su dúo con Alejandro Badía, me permitió una semblanza ideal de este espléndido músico mexicano más allá de lo que conocíamos de él y su carrera. No hay que referirse demasiado a su repertorio, es el típico de un violonchelista virtuoso y curtido: Bach, Beethoven, la literatura concertante para violonchelo y orquesta, y desde luego los compositores contemporáneos, como Mario Lavista, Astor Piazzolla, Xavier Montsalvatge, Alberto Ginastera, Tomás Marco (al que le ha encargado obra en cinco ocasiones) y muchos más, entre los que destaca Samuel Zyman por lo que ahora veremos.
La URSS fue importante para la formación y el desarrollo de Prieto. Llegó allá hacia 1962, cuando era un joven de unos 25 años. Allí conoció a gente como Rostropovich, mas también a Shostakovich. En su faceta de escritor, uno de los libros de Carlos Prieto es sobre Dmitri Shostakovich (Fondo de Cultura Económica). Hizo giras por Rusia, lo mismo que las haría por todo el mundo, y en especial por China, en los años siguientes. Una de aquellas lejanas giras fue por Siberia. “Yo mismo dije que me mandaran a Siberia”, bromea Prieto. Me doy cuenta de que el tema de Rusia nos apasiona a ambos, y que el tiempo transcurre y que hablamos sobre Rusia que sobre cualquier otra cuestión. No importa, porque luego desarrolla otros en la presentación. Allí da una semblanza de sí mismo con tanta ironía para sí que se advierte que no quiere mostrarse grave en la exposición de una peripecia vital tan amplia y tan rica.
El acto lo presentó Ximena Caraza, directora general de Casa de México, y tras las palabras de Prieto, él y Alejandro Badía tocaron la Suite para dos violonchelos de Samuel Zyman (Ciudad de México, 1956). Esta obra la ha tocado Prieto con su buen amigo Yo-Yo Ma, con quien a menudo da conciertos. Es de esas obras que te dejan una grata impresión a lo largo de sus movimientos, pero no te basta con eso, hay en esa profusa secuencia de cromatismos correctores (de lo diatónico, por decirlo así) algo parecido a un misterio, y en los misterios hay que iniciarse. Para iniciarme en el misterio de esta Suite necesitaría oírla de nuevo. Eso es lo bueno de ciertas músicas: querer oírlas de nuevo. Digamos también que Zyman compuso un Concierto para violonchelo destinado a Prieto.
Pero Prieto y Badía se sintieron obligados, por el calor del público, a dar un bis. Prieto dijo que se trataba de Otoño en Buenos Aires, del compositor José Elizondo. Una primicia, un estreno en España. Se trata de una estilización, incluso una distorsión de un tango. La línea, con cromatismos, por una parte; la métrica, de apoyo, de impulso, de danza, en el otro violonchelo. Todo un hallazgo.
La dimensión de Prieto como escritor puede sorprendernos. Un título como Las aventuras de un violonchelo. Historias y memorias puede parecernos lógico en su carrera; pero las observaciones de Por la milenaria China. Historias, vivencias y comentarios van más allá, porque tratan del ‘milagro chino’ en música, que se da después de que la Revolución Cultural prohibiera toda la música occidental y casi toda la china, de manera que los estudiantes partían de un nivel muy bajo, algo que se ha superado con creces hace tiempo. Y qué decir de Cinco mil año de palabras, en cuyas páginas se detiene en la proliferación, el crecimiento y desaparición de las lenguas. De este libro puede llamarnos la atención el décimo capítulo, simplemente por el título y lo que resuena en él: El inglés: de oscuro dialecto a lengua cuasi universal. Historia del inglés en seis actos.
De otros conciertos de Carlos Prieto y de algunos de estos libros será posible tratar en esta revista. Tal vez dentro de poco.
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