Cantar lo perdido

Émile Cioran describe una cadena en la cual lo infinito conduce a la muerte, que conduce a la música, que conduce a la melancolía. En este cuarteto hay, si se quiere, cuatro apelaciones a lo inefable: no podemos hablar desde ninguno de los cuatro: no hay palabra infinita, la muerte es muda, la música está llena de sentido pero no significa nada que pueda verbalizarse y la melancolía es capaz de llevarnos a la psicosis como ausencia de nosotros mismos, o sea una suerte de mudez inducida. A la vez, desde un punto de vista espacial, las cuatro convocadas evocan —valga el eco— a distintas formas de la ausencia: ausencia de medida, ausencia de vida, ausencia de significado, ausencia de sentido. Quien dice ausencia, si se quiere, dice también pérdida. Con ello llegamos a una propuesta de Antonio Machado: sólo se canta lo perdido.
Lo perdido incita a reponerlo, a sustituirlo, por aquello del horror que nos produce el vacío. Podemos colmar el hueco dejado por la muerte de un ser querido erigiendo un monumento. Lo mismo si se nos ha acabado un amor y evitamos el abismo del duelo por medio de una endecha, una queja melancólica que, de paso, demuestra lo hermosa que es, precisamente, la melancolía. Pero ¿cómo sustituir la pérdida de lo infinito? ¿Hay alguien a quien se le perdió el infinito? Aquí sí que estamos en plena inefabilidad. Justamente por ello —entre otras cuantas docenas de razones— existe la música, porque es la que nos repara de la pérdida y de la ausencia de presencias que nunca hemos tenido pero que ella, la música, nos persuade de que sí la hemos tenido y volvemos a tenerla cada vez que ella suena y resuena.
La pérdida de lo que nunca tuvimos se asemeja al anhelo. Ya está ajeno al pasado y todavía es ajena al futuro. Su habitación es el País del Deseo, es decir la Tierra-Donde-Reina-la-Música. Es ella quien inventa el objeto deseable que reconocemos como si lo hubiésemos tenido aunque jamás lo hubiéramos poseído, y nos describe lo que deseamos como el que tendremos, de modo que aprendamos a identificar lo deseable. Menuda tarea. Llevamos unos cuantos milenios trabajando en ella. A pergeñar estas líneas han venido a ayudar Cioran y Machado.
Blas Matamoro
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