Caminando con George Crumb

Creo que mi primer contacto con la música de George Crumb fue a finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando escuché (en Francia) su obra Ecos del tiempo y del río. Por entonces lo desconocía todo sobre él, y si me acerqué a esa obra fue porque por entonces estaba leyendo a Thomas Wolfe, autor del libro en que se inspiraba la pieza. Pero el contacto fue como una revelación. Había descubierto a un compositor norteamericano con voz propia, fuera del círculo de John Cage, del serialismo a lo Milton Babbitt y de las experiencias electrónicas de la Columbia-Princeton. Desde entonces seguí con interés su trayectoria, y ya a principio de los setenta asistí, a través de la parisina Tribuna de Compositores de la UNESCO, a la que acudí con Enrique Franco representando a RNE, al triunfo internacional de una obra tan singular como Antiguas voces de niño, con su texto lorquiano en español.
Yo todavía tendría con Crumb otra experiencia francesa, esta vez en el Festival de Royan, donde presentó una macropieza tan espectacular y particular como Black Angels, obra en la que un cuarteto de cuerda amplificado crea un mundo tímbrico y expresivo absolutamente novedoso que se tomó como un alegato antibélico —y lo es— o como una protesta contra la intervención americana en el Vietnam —también lo es— aunque tampoco hay que olvidar la raíz miltoniana de una pieza que acaba siendo en realidad como una enorme epopeya.
A partir de entonces, la obra de Crumb se hizo conocida en todo el mundo, al menos en los ambientes especializados. De él me interesaba mucho el hecho de que, en cierta medida, su obra se correspondía a lo que en España practicaba la llamada Generación del 51, que era de su misma edad y de la que hace muy poco le han precedido en su marcha al más allá tanto Cristóbal Halffter como Luis de Pablo. Pero también su independencia de las corrientes seriales y su empeño en mantener a Federico García Lorca como uno de sus puntos referenciales más constantes; en sus textos se basan nada menos que doce de sus obras.
Otro aspecto que llama mucho la atención en su producción es que, aunque se mantiene alejado de la música electroacústica, muchas de sus obras tienen un firme soporte en una amplificación que influye no solo en la capacidad dinámica de los sonidos, sino que juega con el espacio/tiempo musical y con el equilibrio de timbres de una manera tan creativa como original.
Mi primer encuentro personal con Crumb tuvo lugar en Miami en 1995. La Universidad Internacional de Florida había organizado un curso de composición para el cual llamó a tres visiting profesors, dos americanos y un europeo, que éramos respectivamente George Crumb, Olly Wilson y yo mismo. En aquellos días tuvimos ocasión de tratarnos mucho y de intercambiar puntos de vista compositivos y musicales en general. Crumb era una persona muy viva e inteligente con la que daba gusto hablar de cualquier cosa. Sin embargo, mi gran sorpresa se produjo al comprobar que un admirador de la obra de Lorca como él, que había utilizado sus textos nada menos que en una docena de composiciones, no hablara ni una palabra de español. Pudimos en consecuencia conversar mucho sobre su método de trabajo, en el que empleaba los textos originales y la traducción inglesa de los mismos, que le servía de apoyo pero que no aparecía en la partitura. Los aspectos que más le interesaban y sobre los que más indagaba eran los contenidos metafóricos del poeta, aunque evidentemente dejaba de lado las aliteraciones y otros recursos sonoros que los textos de Lorca poseen en su original español. Crumb no pretendía hacer música española, sino tomar la lección universal de García Lorca como una proyección de su creatividad personal. No americanizaba esos textos, simplemente los usaba con el marchamo universalista con que hubiera podido tomar los de un Homero o un Dante.
Las piezas lorquianas pueden ser el núcleo duro de su producción, aunque no es el único. Ya hemos mencionado algunas obras importantes en su catálogo que son muy diferentes, pero todas exhiben el denominador común de una búsqueda sonora que se acerca al mundo físico para transformarlo de una manera que podría ser fácil mediante tratamientos electrónicos, pero que él resolvía con procedimientos acústicos, aunque se basaran en tecnologías como la amplificación. En este sentido, el autor estadounidense llamó poderosamente la atención con Vox balaenae, sobre los sonidos de los cetáceos, no sólo de las ballenas, aplicados a la música instrumental. Y uno de sus grandes monumentos sonoros son los cuatro cuadernos de Makrokosmos —cuyo título es una evidente referencia a Microkosmos de Bartók— en los cuales el piano es tratado en varias dimensiones, ya que, si los dos primeros cuadernos utilizan un piano en todos sus aspectos, el tercero usa también percusión y el cuarto es a cuatro manos.
Sin ser desconocida en España, la obra de Crumb ha tenido una difusión limitada en nuestro país. Desde luego, las orquestas sinfónicas han pasado olímpicamente de él (como de casi todo el mundo), aunque no sea el sinfónico el aspecto más nutrido de su producción. Pero otras obras sí se han dado en diversos festivales y ciclos, a los cuales él mismo acudió en persona en ciertas ocasiones, hasta llegar a la gran celebración por sus noventa años que organizó en su edición de 2021 el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, gracias a la visión y decisión de su actual director, Antonio Moral. En esa edición, el festival granadino presentó las doce obras que Crumb escribió sobre textos de Lorca. A su edad y con pandemia de por medio Crumb no pudo estar presente en el acontecimiento, pero al menos tuvo la satisfacción de ver uno de sus sueños cumplidos, pues en muchas ocasiones había confesado que le gustaría que todas esas piezas se pudieran interpretar alguna vez en un mismo ciclo. Y lo mejor de todo es que, por una vez, tal iniciativa se ha hecho en España en vida del autor, pues una de las grandes especialidades de nuestro país con sus artistas es la ignorancia en vida y el olvido en la muerte; pero, eso, sí, con fastuosos entierros.
Con George Crumb se me va otro compañero de camino musical, y en estos últimos meses se han ido varios y muy significativos. Sin duda asistimos al cierre de toda una gran generación de compositores. Pero el camino sigue y hay que seguir haciéndolo al andar. Eso no es de Lorca, pero tampoco hay por qué prescindir de Machado.
Tomás Marco
3 comentarios para “ Caminando con George Crumb”
<strong>… [Trackback]</strong>
[…] Info to that Topic: scherzo.es/caminando-con-george-crumb/ […]
<strong>… [Trackback]</strong>
[…] Information on that Topic: scherzo.es/caminando-con-george-crumb/ […]
<strong>… [Trackback]</strong>
[…] Information on that Topic: scherzo.es/caminando-con-george-crumb/ […]
Los comentarios están cerrados.