CAGLIARI / Un ‘Palla de’ Mozzi’ cinematográfico para abrir la temporada

Cagliari. Teatro Lírico. 31-I-2020. Marinuzzi, Palla de’ Mozzi. Elia Fabbian, Leonardo Caimi, Francesca Tiburzi. Director musical: Giuseppe Grazioli. Directores de escena, escenografía y vídeo: Giorgio Barberio Corsetti y Pierrick Sorin.
Gino Marinuzzi, gran director de orquesta fue también compositor. La temporada de Cagliari se ha inaugurado con su tercera y última ópera, Palla de’ Mozzi (Roma 1932), “melodrama en tres actos” sobre un libreto de Giovacchino Forzano. La denominación de ‘melodrama” revela inmediatamente el vínculo de Palla de’ Mozzi con las tradiciones operísticas italianas y, por tanto, lo chocante que resultan los intentos de autores como Pizzetti, Malipiero o Casella de renovarlo. Se trata de un verdadero melodrama ambientado en el Cinquecento, con personajes de ficción que actúan en un contexto rigurosamente histórico.
Palla de’ Mozzi es un capitán de fortuna al servicio de Giovanni delle Bande Nere, cuya milicia dirige junto en compañía de su hijo Signorello, audaz, aunque disconforme con el oficio de las armas. Por amor a Anna Bianca, hija de un enemigo derrotado y encarcelado (Montelabro), Signorello no impide la fuga de este, aunque sabe que tal decisión le costará la vida. Palla lo condena a muerte sin dudarlo lo más mínimo, pero las súplicas de Anna Bianca, que revela las razones de la traición “por amor”, convencen a las tropas para que soliciten el indulto al inflexible Palla, incluso rebelándose contra este. Y Palla, sintiéndose deshonrado ante la rebelión de sus soldados, se apuñala a sí mismo. Hay un último golpe escénico: Signorello invita a todos a luchar por una Italia unida, y ya no como mercenarios a sueldo de una única facción. De esta manera, el melodrama termina en gloria patriótica.
En general, Marinuzzi evita el énfasis, manteniendo una controlada nobleza de acentos dentro de un gusto ecléctico, abierto más a elementos italianos y franceses que a autores como Strauss o Wagner, de los que fue un gran intérprete… Suscitan interés algunos detalles: los momentos de superposición densa y compleja de diferentes elementos o la búsqueda en ocasiones de una pátina arcaica, además, claro, de una sabiduría en cuanto a la escritura orquestal, que, sin embargo, no se corresponde con una abundancia de ideas demasiado persuasiva.
En Cagliari, la complejidad de la escritura de Marinuzzi encontró en la dirección de Giuseppe Grazioli un intérprete preciso y el elenco vocal estuvo a la altura de la para nada fácil tarea. Destaquemos el noble Signorello del tenor Leonardo Caimi, la intensa Anna Bianca de Francesca Tiburzi, el autoritario Palla del barítono Elia Fabbian, y a Francesco Verna, como el derrotado Montelabro.
Giorgio Barberio Corsetti no intentó una relectura ‘actual’ imposible, ya que empleó un vestuario del siglo XVI y jugó, en colaboración con Pierrick Sorin, con una tecnología que permitió la separación entre la acción escénica y su proyección en una pantalla situada al fondo del escenario, como si se tratara de una película (el mismo juego que hace años, con motivo de la puesta en escena de la Pietra del Paragone, resultó más ágil e imaginativo).
(Foto: Priamo Tolu)