BUDAPEST / El estreno de ‘Valuska’, la última ópera de Peter Eötvös, pone un broche de oro al 2023 musical
Budapest. Eiffel Art Studio. 2-18 -XII-2023. Peter Eötvös: Valuska (ópera en un acto). Zsolt Haja, Tünde Szabóki, Adrienne Miksch, Mária Farkasréti. Orquesta y Coro Nacionales de Hungría. Dirección musical: Kálmán Szennai. Dirección de escena: Bence Varga.
La última ópera de Péter Eötvös, Valuska, es una impactante adaptación de la novela de László Krasznahorkai La melancolía de la resistencia (1989), en la cual la voz solitaria de un individuo incomprendido y escarnecido públicamente constituye el núcleo emocional en una sociedad destructiva y distópica. La obra fue un encargo de la Ópera Estatal de Hungría al maestro Eötvös, quien a su vez confió la redacción del libreto a la pareja formada por Mari Mezei y Kinga Keszthelyi. El estreno mundial de esta ópera en un acto tuvo lugar el pasado 2 de diciembre en los Eiffel Art Studios de Budapest, y las representaciones continuaron hasta el día 17.
Los sugerentes efectos visuales y musicales de esta producción ilustraron, haciendo uso de una mínima escenografía, los sagaces y satíricos retratos de una serie de arquetipos pertenecientes a una sociedad divorciada definitivamente del pensamiento tridimensional. El protagonista, János Valuska, está obsesionado con la astronomía y la posición del hombre en el universo, mientras que el resto de la humanidad se preocupa por conseguir fama y poder. Estas dimensiones filosóficas y sociales quedan bien reflejadas en la imaginativa propuesta visual y dramática llevada a cabo por el equipo escénico encabezado por el director Bence Varga. Por su parte, el genio orquestal de Eötvös aporta un firme sustento musical al relato. Kálmán Szennai dirigió a la Orquesta de la Ópera Estatal de Hungría con precisión y energía.
La historia comienza en un tren que lleva a sus pasajeros a un circo ambulante que anuncia una novedosa atracción: una gigantesca ballena azul. El espectáculo está dirigido por un misterioso príncipe de tres ojos a quien nadie puede ver, y cuyos comentarios son citados en frases entrecortadas por su asistente. Las principales personalidades del pueblo que acoge el espectáculo son el semi-idiota Valuska, su madre, la señora Pflaum, un deprimido profesor jubilado y su ambiciosa esposa Tünde, que quiere a toda costa convertirse en alcaldesa del pueblo, un soldado, un oficial y tres borrachos anclados físicamente a sus mesas de pub. El proverbial elefante en la habitación es un camión gigante que transporta la ballena azul más grande del mundo, que aún no ha sido mostrada a la desprevenida concurrencia. (Mucho más tarde veremos el contenido real del camión: un esqueleto de ballena cuya parte central es un montón de escombros).
En el papel titular de Valuska, el barítono Zsolt Haja brindó una desgarradora interpretación como único ser humano con alma en medio de un circo caótico de personajes caricaturescos que luchan contra un enemigo invisible y entre ellos mismos. En ciertos aspectos, la trama recuerda a la célebre pieza del teatro del absurdo Rinoceronte, de Ionescu, obra maestra de la denuncia propagandística del siglo XX. Eötvös lo corrobora en sus comentarios incluidos en el programa de mano del estreno:
“El acento está puesto en el conflicto entre la multitud y el individuo, así como en la creciente manipulación típica de nuestra época. La técnica de la manipulación está muy desarrollada, y puede conducir sutilmente a las masas a cometer los actos más asombrosos.”
La partitura de Eötvös despliega un espléndido tapiz de efectos sonoros que encajan a la perfección con el lenguaje vocal y dramático de los personajes, y establece en todo momento el tono adecuado para los numerosos cambios atmósfera y de decorado. El canto exigido al reparto supone asimismo un reto mayor por sus cualidades improvisatorias; el estilo es el de un recitativo continuo, si bien impregnado en todo momento de una gran carga emocional. La intervención vocal más extensa corre a cargo de Valuska, en un monólogo a través del cual expone de forma dulce y conmovedora sus pensamientos cosmológicos mientras el resto de los habitantes destrozan el pueblo.
‘Escrito en un momento en el que el Bloque del Este estaba experimentando un creciente malestar social, el libro [de Krasznahorkai] es una profunda alegoría política”, afirma Wikipedia. “[Puede] verse como una sátira de la ideología totalitaria que se había impuesto a Hungría desde el exterior. La propia alcaldesa Tünde, que controla la ciudad amparándose en la lucha contra unos misteriosos opositores, es en sí misma una crítica tanto de la ideología totalitaria como de las personas que se sirven de ella para ejercer su omnímodo poder’ (la historia sirvió también de punto de partida al cineasta húngaro Béla Tarr para su película Armonías de Werckmeister, de 2000). El pobre Valuska es encerrado finalmente en un manicomio al ser declarado irrelevante en medio de los saqueos e incendios provocados. Eötvös, sin embargo, le da la última palabra al final de la ópera:
“No habrá más nieve”.
Destacó en el amplio reparto la soprano de coloratura Tünde Szabóki, de estratosférica tesitura, como la autoproclamada alcaldesa, mientras que la soprano Adrienne Miksch estuvo debidamente conmovedora en el papel de la señora Pflaum, cuya peluca se asemejaba mucho al peinado de Margaret Thatcher. En el papel de una campesina, la soprano Mária Farkasréti exhibió gran fuerza vocal en su aguerrida caracterización, Attila Erdős interpretó con genuina comicidad a un atolondrado y András Hábetler encarnó a la perfección al profesor que se pone cada vez más hombreras para reforzar su desinflado ego.
El trío cómico de bebedores de cerveza (Lőrinc Kosa, András Kiss, János Szerekován), e István Horváth como director del circo exhibieron excelentes líneas de canto, al igual que el coro masculino de siete miembros. La sonora voz de Tünde Szalontay dio gravedad y profundidad al Narrador, mientras que el inspirado vestuario de Kató Huszár, aportó un delicioso atractivo visual al apocalíptico circo.
Adenda: el único aspecto censurable en opinión de quien firma estas líneas fue el uso de grandes cantidades de humo en el escenario (para crear un efecto de niebla), que me dejó la garganta ardiendo, durante y después de la representación. Me pregunto cómo pudo afectar a los cantantes, que tienen literalmente que respirar durante dos horas estas nubes artificiales.
Alexandra Ivanoff