BTHVN en Grabaciones (VIII): La ‘Novena’ y el ‘literalismo inspirado’

Otra de las grabaciones que ha cosechado variedad de opiniones, este año del 250º aniversario de Beethoven, ha sido la Novena sinfonía, con criterios de época, que lanzó Harmonia Mundi a finales de junio con Pablo Heras-Casado al frente de la Freiburger Barockorchester. Este disco protagonizó la columna de Grabaciones de la revista impresa, en septiembre, y, más concretamente, su movimiento lento en relación con el clásico registro con instrumentos de época de Roger Norrington. Pero su autor comienza por Riccardo Muti y Arturo Toscanini.
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Riccardo Muti renunció a dirigir la Novena sinfonía de Beethoven hasta los cuarenta y cinco años. “Tenía miedo de esa partitura, especialmente del tercer movimiento, ese tiempo lento y metafísico me inspiraba casi terror, me sentí inadecuado, ‘indigno’ de abordarlo”, confiesa en su último libro, L’infinito tra le note (Solferino, 2019). Un título directamente relacionado con esa idea. Con la necesidad de comprender más allá de las notas de una partitura o, como afirma Muti, “de resaltar lo que no está escrito ejecutando estrictamente lo que está escrito”.
La grabación que realizó con la Philadelphia Orchestra, en abril de 1988 para EMI/Warner Classics, se benefició de su aura teatral. Hace sonar la sinfonía beethoveniana a través del tamiz de la tradición operística italiana a la que pertenece, tal como hizo antes el maestro de su maestro: Arturo Toscanini. Y destaca el Scherzo y el Finale coral. Pero no el temido Adagio, donde no encuentra la serenidad de la última grabación de Toscanini para RCA, con 85 años.
Medir el interés de una grabación de la Novena por su movimiento lento quizá no sea lo ideal. Se trata, como ha recordado David Benjamin Levy en su atractivo análisis de la obra (Yale University Press, 2003), de una “estación lírica en el camino hacia una meta diferente: [el Finale coral]”. Pero refleja mejor que otro movimiento la esencia de su estilo tardío. Eso que Beethoven convierte en distanciamiento y exilio autoimpuesto. En un discurso musical fragmentado, sin transiciones o dividido por ausencias y silencios.
Todo esto lo escuchamos con más claridad en sus últimos cuartetos, pero también en el Adagio de la Novena. Y, más concretamente, en un episodio interpolado de dieciséis compases (cc. 83-98), que funciona como desarrollo, y donde Beethoven parece detener el tiempo. Una especie de serenata dieciochesca con el viento salpimentado por el pizzicato de la cuerda en su travesía por la beatífica tonalidad de Do bemol mayor.
Este pasaje suele sonar muy inspirado en manos de los directores más veteranos. Pero se resiste entre los más jóvenes. Así ha sido en todas las versiones de la Novena publicadas a lo largo del último año, todas ellas dirigidas, precisamente, por maestros menores de 45 años. Harmonia Mundi acaba de sumar la grabación de Pablo Heras-Casado al frente de la excelente Freiburger Barockorchester, quizá la primera Novena en CD de un director español. Y la historia se repite. Hablamos ahora de instrumentos de época y de una interpretación historicista, pero también de una versión seca y plana del Adagio. Un monolito donde nada fluye, se detiene o activa.
Roger Norrington fue pionero en grabar esta sinfonía con instrumentos de época, en 1987, al frente de The London Classical Players (EMI/Erato). Un acercamiento que Richard Taruskin bautizó como “literalismo inspirado”. El director inglés sigue con más precisión que el español las marcas metronómicas junto a las de articulación y expresión de la partitura, pero bucea detrás de las notas hasta encontrar una imagen sonora de la obra que revela toda su variedad y misterio. Más que una grabación de la Novena, Norrington creó una tradición interpretativa. Tenía 53 años, Heras-Casado tan sólo 42.