BOGOTÁ / Las diversas facetas de la maldad de Barbazul
Bogotá. Teatro Colón. 27-IX-2023. Valeriano Lanchas, Andrea Szántó. Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. Director musical: Alejandro Posada. Director de escena: Pedro Salazar. Bartók: El castillo de Barbazul.
Los publicistas del Teatro Colón afirman en el sitio web que ésta es la primera vez que se presenta en Colombia El Castillo de Barbazul. Sin embargo, este comentarista asistió -hace muchos años, es cierto- a una representación semiescenificada de la obra maestra de Bartók con la Orquesta Filarmónica de Bogotá dirigida musicalmente por Francisco Rettig. En aquella ocasión se realizó en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Se trata, por lo tanto, de la primera vez que la ópera se monta completamente escenificada en los teatros colombianos.
El Castillo de Barbazul no contiene las arias más atractivas o los duetos más espectaculares a lo largo de su hora aproximada de duración. Está más bien ligada al desarrollo de la sonoridad, a la cadencia y a la fonética de la lengua húngara, cuyos elementos lingüísticos son aprovechados por Bartók como base dramático-musical de una partitura que se apoya fundamentalmente en la recitación cantada.
Al frente del reparto, el bajo Valeriano Lanchas realizó una buena labor en su encarnación del monstruo Barbazul. Se nota que su voz ha tenido un reentrenamiento, porque ya no se le siente tanto el vibrato, ni está tan engolada la emisión. Su caracterización estuvo a la altura de la partitura de Bartók, mostrando todas las facetas psicológicas del malévolo personaje.
La mezzo húngara Andrea Szántó personificó el papel de Judit. Como se podrá suponer, al dominar la lengua magiar su expresividad resultó muy natural, a lo que ayudó el estupendo manejo agudos, nunca agresivos, t a la redondez del registro grave. Por lo demás, su actuación dramática mostró un gran dinamismo a lo largo de toda la ópera.
El castillo de Barbazul no es la ópera más dinámica en el ámbito teatral. Es más bien monótona, al tratarse fundamentalmente de una conversación musical entre una pareja de recién casados. Es por ello por lo que cabe elogiar la producción de Pedro Salazar, que utiliza diversos trucos escénicos que permiten una puesta en escena atractiva, evitando la monotonía a lo largo de toda la representación. La utilización de proyecciones que informan al público del destino fatal de las seis mujeres del malévolo Barbazul fue una estrategia a la postre exitosa, ya que permitió insuflar dinamismo escénico a una ópera estática y ayudó a describir con eficacia los estados emocionales de Judith y Barbazul. Impactantes estuvieron las imágenes del bosque florido y las de dominio del mundo. En el debe de la producción cabe resaltar el videojuego insertado antes de la muerte de Judith, que provocó las risas del risas del público, produciendo un anticlímax dramático, así como el ruido constante que hacía la máquina de proyección, que parecía que se iba a fundir o a explotar. Su molesto zumbido acompañó a la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia durante toda la representación.
En cuanto a la dirección musical, el maestro Alejandro Posada lo hizo de una manera diáfana y cristalina. No se sintieron grandes contrastes de volumen, su visión estuvo más atenta al tejido sonoro que al dramatismo escénico. Así y todo, mis recuerdos de la interpretación de la Filarmónica de Bogotá son muy buenos, pues la orquesta no estaba hundida en el foso del teatro y la sonoridad era más poderosa.
En resumidas cuentas, esta producción de El castillo de Barbazul del Teatro Colón de Bogotá merece un gran aplauso por su gran montaje escénico y su buena calidad musical. Se trata sin duda de una de las mejores representaciones de ópera que he visto en esta ciudad.
Ricardo Visbal Sierra