BOGOTÁ / ‘Las Bodas de Fígaro’: una representación variable y humorística

Bogotá. Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. 31-VIII-2022. Mozart: Las bodas de Fígaro. José Antonio López, Julieth Lozano, Marcelo Guzzo, Kate Royal, Laura Mosquera, Ana Mora, Valeriano Lanchas. Orquesta Filarmónica Juvenil. Coro Filarmónico Juvenil de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Director musical: Martin Haselböck. Director de escena: Pedro Salazar.
Tres elementos fundamentales llamaron la atención de la nueva producción de Las bodas de Fígaro que se presentó en el Teatro Julio Mario Santo Domingo de Bogotá. La primera de ellas es la sorprendente calidad de la muchachada de la Orquesta Filarmónica Juvenil, quienes con gran entusiasmo interpretaron la partitura mozartiana con gran dinamismo y alegría. Ante la posible inexperiencia de los millennials y centennials intérpretes del conjunto musical, no queda más que expresar la admiración de lograr ese toque tan vienés en las cuerdas y del colorido de los instrumentos de viento y metal.
El gran éxito de la Filarmónica Juvenil se debe a la batuta de Martin Haselböck, un gran conocedor del estilo centroeuropeo, y de sus cálidas interpretaciones mozartianas. Además, el ritmo de la orquesta estuvo alegre y con soltura a lo largo de las tres horas que dura la obra. Esto también es sorprendente, pues la agrupación no cayó en la monotonía y logró superar los obstáculos hasta el último acorde. Sin embargo, la dirección tendió a ser muy metronómica y matemática, tanto así, que en algunos pasajes donde se necesitaba esa esencia de la melancolía y la nostalgia pasaron al olvido y, por eso, en esos momentos faltó ese sentimiento de tristeza que embarga algunos números.
El segundo elemento que se debe destacar es la buena escenografía de Julián Hoyos, lo cual ayudó al entretenido desarrollo dramático de la obra de Pedro Salazar, el director escénico. Como es corriente hoy, la ópera se actualizó y de este modo, no hubo miriñaques, ni trajes de calzón corto, ni mucho menos, las famosas pelucas. En este caso, el concepto arquitectónico ayudó a que el espectador disfrutara una obra extensa. Además, hubo una mixtura entre minimalismo y el recuerdo de los antiguos paneles de las óperas del XVIII con sus ficticios bosques oscuros y vegetación exuberante.,
El tercer elemento es el canto. En este sentido, la cuestión estuvo muy variable porque los intérpretes no estaban en la noche más inspirada, sin embargo, hubo momentos de gran calidad en la expresión y la interpretación. Además, hay que decirlo, se percibía que algunos de los solistas se acercaban a los papeles de Las bodas de Fígaro por primera vez, y les faltaba ese condimento llamado apropiación del carácter psicológico como musical y, por ello, en cierta medida, les faltó algo de divismo, ese ingrediente principal de los profesionales de la ópera, donde la individualidad marca su sello personal.
Se puede considerar que el Fígaro de José Antonio López estuvo fenomenal porque interpretó cada línea con sentido elegante del humor. En los pasajes irónicos de la obra, el cantante español fue enfático en los versos que escribió el libretista Da Ponte. En la famosa aria Non più andrai del final del primer acto lo hizo con gran hilaridad. En este momento, se agradece al maestro concertador, que la trompeta sonara con gran estrépito para marcar el sentido marcial del texto.
Marcelo Guzzo, cantante uruguayo, interpretó al Conde de Almaviva con gran color y vivacidad. Su voz es más oscura y eso permitió una gran caracterización, pero, no matizó del todo este malévolo carácter, que es el chivo expiatorio de toda la trama de la ópera. En este sentido, cantó con buena voz su famosa aria del tercer acto, pero se sentía un poco fatigado en el último acto, donde sucedió algo extraño, porque la orquesta cada vez sonaba más fuerte y los cantantes preocupados ante la situación, evitaban subir la voz.
Susanna estuvo a cargo de Julieth Lozano, soprano colombiana con un timbre lírico con tintes oscuros, logró una buena interpretación de la camarera de la Condesa de Almaviva. Si bien su actuación estuvo irregular, no tanto por la cantante, sino por la dirección musical, pues el maestro se le olvidó desacelerar algunos momentos donde el lirismo se necesitaba, como en el aria del último acto, Deh vieni non tardar.
Un poco decepcionante fue la Condesa de Almaviva de la soprano Kate Royal. Su aria inicial Porgi amor no tuvo ni un aplauso, porque no se percibió el sentido del dolor, ni la tristeza, ni lo nostálgico, ni mucho menos del abandono. Todo esto se debió por el siguiente motivo: al director de escena se le ocurrió la idea de presentarla con equipamiento de boxeadora… sí, mientras subía el telón para el segundo acto, la dama noble le daba golpes al saco de arena. En archifamosa aria Dove sono, la entonación no estuvo de lo mejor y, en la parte final hizo cambios de tonalidad y de este modo, más que el aria original, se pudo apreciar las variaciones de la partitura de Mozart.
Laura Mosquera encarnó a Cherubino con gran simpatía y gracia, pero el aria del segundo acto la interpretó con más seguridad. Es importante destacar el gran sentido bufo de Ana Mora como Marcellina, quien con mucho desparpajo hizo reír a los asistentes del teatro. En cambio, más variable estuvo el papel de Bartolo de Valeriano Lanchas, debido a su voz, que en momentos sonaba resonante, pero en las partes rápidas se disminuía y no articulaba del todo bien los versos del libreto. Aun así, es uno de los artistas consentidos del público bogotano, por eso, siempre se lleva grandes aplausos.
Luego de estos tres puntos, es importante destacar la dirección de escena de Pedro Salazar, con una visión creativa logró una buena narración teatral, sin caer en grandes exageraciones ni en cosas totalmente absurdas… bueno con la excepción de la Condesa con su pantaloneta de boxeo. En este apartado saca un buen notable. De todas formas, hay una mala nota, y es para el Coro Filarmónico Juvenil. Hace tiempo no se habían escuchado unas voces femeninas tan chillonas y ni hablar de los hombres, pues susurraban tal como lo hacía o hace Julio Iglesias. Realmente es el punto negativo de la noche, ya que el maestro coral no logró redondear el sonido de los miembros de este conjunto.
Es de anotar que la representación de Las bodas de Fígaro de Bogotá estuvo muy interesante por una producción escénica alegre y dinámica, así como una agradable velada para disfrutar una de las grandes partituras de Mozart. Aún así, algunas piezas de la producción como del desarrollo musical quedaron desencajadas, pero no lograron borrar los buenos momentos de la velada operística.
Ricardo Visbal Sierra
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