Tiempos difíciles
En el otoño de 1805 las tropas francesas de Napoleón Bonaparte ocuparon Viena. Llevaban la doble misión de sembrar esperanzas de modernización en la rancia Europa señorial y, a la vez, entenderse con los poderes locales para afianzar su dominio. Napoleón habría de terminar casándose con María Luisa, la hija del emperador de Austria. Finalmente, cuando pactaba con su suegro y el zar de Rusia, el pequeño artillero de Ajaccio se podía considerar uno de los tres emperadores de Europa.
Lo cierto es que el público que acudía a los teatros vieneses se dispersó a la llegada de los invasores. Viena, capital europea de la música, se vio desprovista de su gente. Para los empresarios privados la cosa era desdichada y sencilla: cerrar las puertas y echar a la calle al personal. Pero ¿qué hacer con los teatros oficiales, el de la Ópera y el Burgtheater, con sus contratos de concesión y sus elencos estables?
La necesidad se hizo virtud y se decidió atraer al público invasor con sus admiradores y curiosos locales. Volvieron a encenderse las candilejas para los amigos napoleónicos, aficionados a la ópera y el ballet de inspiración italiana. Todavía quedaba a Europa una década de dominación bonapartista.
Las crónicas llegan a informarnos que un par de intérpretes notables, Anton Forti [en la foto], que empezó como cantante y llegó a octogenario tocando la viola en la orquesta de la corte, y Franz Wild (famoso como Sarastro y Don Juan) se lanzaron al conocimiento público en esos tiempos difíciles.
Si hacemos abstracción por un momento de estas duras circunstancias que afectaron al Vaticano de la música, como que lo era Viena desde los tiempos de la gran María Teresa, y hacemos un escrutinio de lo hecho, podemos observar que la música europea se mueve entre el final de Haydn y el comienzo de Beethoven, ambos en Viena. La robusta salud musical de la ciudad pudo con todo, a la vez que la música, dueña de sí, saltó por encima del tiempo, marcando sus fechas en la memoria y no al revés. Sin duda, los tiempos aquellos fueron difíciles pero, con más y menos, como todos los tiempos. La guerra destruía vidas y edificios mientras la música elevaba monumentos indestructibles ¿Tiempos difíciles? Quién pudiera vivirlos en tales compañías…
Blas Matamoro