Música y palabra
Es ya tópico señalar que, ante la palabra, siempre significante de otras palabras, la música es del orden de lo inefable, lo que no se puede decir porque está más allá o más acá de todo lo decible. ¿Qué pasa, entonces, cuando la palabra se canta, cuando la música se aviene a apalabrarse, a verbalizarse? ¿Qué pasa con la canción, con la ópera? Son intentos de racionalizar lo irracional, de hacer entrar en razones a la música, esa mujer desnuda que corre, loca, por la noche pura de Juan Ramón. Así lo han entendido algunos y cabe llegar a una provisoria conciliación. Lo irracional tiene efectos razonables. Lo insinuó Schopenhauer, insistió en ello Nietzsche y muchos psicoanalistas viven de tamaña verdad.
Bastante más difícil es el ejemplo inverso: el poema sinfónico. Ciertamente, aquí la palabra prima y la música obedece. Rudolf Otto, en su libro sobre das Heilige, que se puede traducir como lo sagrado o lo santo, reacciona contra los poemas sinfónicos y dice, en la traducción de Fernando Vela: “La música de programa pretende relatar los destinos humanos en imágenes sonoras; suprime así el carácter peculiar de la música misma, confunde analogía con identidad y emplea como medio y forma lo que en sí mismo es fin y contenido.”
Para Otto la música es mysterium y no un proceso habitual del corazón humano. Tocarla con la palabra, colijo por mi cuenta, es como profanar algo sacro, algo intangible. Pero ¿es tan grave la cosa como para anular la musicalidad de una obra programática? Dicho desde otro ángulo: ¿es imposible escuchar un poema sinfónico de Liszt o de Richard Strauss sin tener en cuenta su argumento literario, su programa? Digo que no y propongo al lector la prueba del algodón invirtiendo los términos. Tome usted una música que le guste e imagine qué paisajes le sugiere. Es muy probable que fluya como el agua o se imponga como una montaña, que sea profunda como un precipicio o celestial como una nube. Usted podrá elegir la mejor agua, el mejor abismo, etcétera. Nadie coartará su fantasía. El misterio seguirá siendo misterioso y la fantasía humana, omnipotente como la de un niño. El juguete sonoro será el medio y, a la vez, la herramienta.