Marian y Cedar
En sólo unos días se han muerto Cedar Walton y Marian McPartland, es decir, dos estupendos pianistas. No he escrito “pianistas de jazz” porque creo que en ese punto los géneros no admiten la diferencia cualitativa, al menos en ese espacio en el que lo técnico confluye con la emoción.
Son caminos distintos para llegar a esta, varía el procedimiento, pero sin técnica es imposible en los dos casos. Y ahí se equivocan los que niegan eso al jazz, la competencia virtuosística de sus protagonistas. Es perfectamente imaginable que Bill Evans pudiera hacer un Debussy excepcional a la vista de las características de su sonido y si no lo hizo es porque se dedicó a otra cosa, ni mejor ni peor, simplemente distinta independientemente de si nos la llevaríamos o no a una isla desierta o si la utilizaríamos como fondo para nuestro propio funeral, allí donde debiera definitivamente darnos lo mismo lo que pudieran pensar de nosotros.
Cedar Walton fue de los primeros pianistas no decididamente populares que me interesaron en mi vida de aficionado al jazz, una vez visto lo que me ofrecían Art Tatum, Oscar Peterson, Bud Powell o Dave Brubeck y convertido ya Bill Evans en mi preferido para siempre. Walton, con ese estilo sobrio y brillante a la vez -Monk-, un punto mate, en el que cada subida a la luz era como un destello, llegó a mis gustos casi a la vez que Mal Waldron, y tal vez por eso los uno a los dos siempre a la hora de rendir el homenaje a mis pequeños dioses lares. De la mano de Waldron vino, además, Eric Dolphi tocando el clarinete en esa maravillosa obra de arte que es Warm Canto, dentro de un disco que se llamaba The Quest. Marian, por su parte, era la diversión, una idea de la felicidad haciendo música que seguramente fue la culpable de que muriera tan tarde, a los noventa y cinco –Walton a los setenta y nueve-, después de haber tocado en escuelas, de haber tenido uno de los grandes programas de la radio musical en cualquier época, la inglesa menos inglesa para algunas cosas que uno pudiera imaginarse. Han sido muy grandes Marian y Cedar, y han tenido tiempo de demostrarlo mientras se demostraban a sí mismos lo que querían ser y hacían una música impagablemente hermosa. Voy ahora mismo a escucharles otra vez mientras levanto mi copa por ellos.