Manuela, emprendedora pyme
Estos días el madrileño teatro de la Zarzuela repone La chulapona de Moreno Torroba con libro de Romero y Fernández Shaw. Es una obra estrenada en 1934, en plena tensión republicana, que evoca al Madrid barrial de principio del siglo XX. Su protagonista es Manuela, propietaria de un taller de planchado, quien compite con su oficiala Rosario por el amor del galán-tenor, José María. Como en Luisa Fernanda, de los mismos autores y conocida en 1932, una mujer debe decidir entre dos hombres, el uno sinvergüenza y seductor y el otro —para el caso, don Antonio— sensato, burgués y templado por la experiencia.
Más allá del triángulo, llama la atención el hecho de que el elenco de personajes, de modo nítido, muestra a tres mujeres que trabajan —Manuela, Rosario y doña Venustiana, que fríe bollos y sale a venderlos— frente a una colección de varones improductivos: el hermano de Manuela, que sólo sabe engendrar niños a los cuales alimenta a sablazo limpio; el Chalina, un castizo charlatán que se disfraza de ciego cantor para pedir limosna; don Antonio, que vive de rentas. Cabe añadir que, al final, Manuela, renunciando a su tenor, le manda casarse con Rosario, a quien ha embarazado —o ella por medio de él, se ha embarazado— honrando su papel de padre, que por sí mismo anda rehuyendo. El Chalina, por las suyas, es el padre negado de Manuela.
Aquellos años lo fueron de ascenso femenino en España. Mujeres destacadas aparecieron en la política, el sindicalismo, la ciencia, el derecho y los deportes. Algo se movía en la vieja piel del toro y la zarzuela lo registró. Ya las chicas no eran meras casaderas, sirvientas o pelanduscas, como en los sainetes decimonónicos, sino que salían de casa a trabajar y a disponer de su dinero, es decir de su poder personal. Manuela, emprendedora pyme que empuña la plancha y va a entregar los pedidos, es un ejemplo, y cantado a viva voz. Por eso, la pieza, so capa de evocar al Madrid castizo del sainete, cobra una actualidad inusitada. Las Manuelas actuales han ganado espacio social pero todavía les quedan unos pasodobles que bailar.