BILBAO / ‘Tosca’: el triunfo de la estética

Bilbao. Palacio Euskalduna. 24-II-2023. Temporada de ABAO Bilbao Opera. Puccini: Tosca. Oksana Dyka, Roberto Aronica, Gabriele Viviani, Alejandro López, Fernando Latorre, Moisés Marín, José Manuel Díaz, Gexan Etxabe, Helena Orcoyen. Leioa Kantika Korala. Coro de Ópera de Bilbao. Sinfónica de Bilbao. Director musical: Pedro Halffter. Director de escena: Mario Pontiggia.

Es Tosca una ópera revolucionaria que, además de abordar un tema verdaderamente moderno para el momento en que fue compuesta, destacó sobre todas sus contemporáneas por su ritmo rápido y trepidante. Aunque a sus libretistas el argumento les pareció de inicio demasiado violento y difícil de adaptar al teatro musical, lograron concentrar la acción en tres actos perfectamente definidos en tiempo y lugar: la Iglesia de San Andrés del Valle, al palacio Farnesio y la terraza del castillo de Sant’Angelo. Puccini dio una importancia capital al hecho de que esos tres escenarios de la Roma de comienzos del XIX fueran reales y a que los personajes tuvieran motivaciones dramáticas veraces, por lo que hay que poner en valor que en los tiempos que corren siga habiendo puestas en escena capaces de desprender autenticidad en base a lo que se detalla en el libreto.

De Mario Pontiggia hay que alabar su intuición teatral y su talento creativo no menos que su cuidado por la estética, como se demuestra en esta Tosca clásica y refinada que parece representar una época cercana a la extinción. Con imponente escenografía de Francesco Zito y cuidada iluminación de Bruno Ciulli, Pontiggia se expresa con penetración, lirismo y soltura, logrando una hermosa recreación de la mítica escena al término del acto II. Sin estridencias ni excentricidades. Clásica o moderna, conservadora o vanguardista, nada prima en una producción de Tosca (o de cualquier ópera) sobre el estilo, la sensibilidad, la perspectiva histórica y la sabiduría escénica.

Pedro Halffter aseguró todos los resortes expresivos de la partitura y los innumerables colores de la paleta pucciniana. Su manera de acompañar a los cantantes fue la de un maestro, como lo fue su capacidad para conjugar algunos tempi relativamente lentos con una tensión narrativa que no palideció en ningún momento. Contó con una BOS muy entregada (con alguna madera asombrosa) y unas fuerzas corales de gran solidez en el Te Deum. Más irregular fue el elenco, encabezado por una Oksana Dyka que ha perdido lustre vocal desde la Minnie de La fanciulla del West de hace solo tres años; la zona central y grave, en particular, carecieron de brillo y expansión, aunque no faltaron poderosos ascensos al agudo en la gran escena del interrogatorio y detalles de cierta clase en su Vissi d’arte.

Como ella, Roberto Aronica fue de menos a más partiendo de un Recondita armonia sin vuelo hasta un sentido E lucevan le stelle, compensando la inevitable fatiga vocal (los años no pasan en balde) con acentos cálidos y apasionados. El personaje mejor perfilado de los tres principales fue Scarpia merced a la gran labor de Gabriele Viviani, quizás no excepcional en términos puramente vocales pero magnífico en su presencia escénica y en su retrato del barón como un ser sibilino, perverso y despiadado, como un hombre de corazón oscuro que gozaba con el dolor ajeno. Junto a él actuaron con enorme profesionalidad Fernando Latorre (Sacristán), Moisés Marín (Spoletta), José Manuel Díaz (Sciarrone) y los restantes secundarios, todos ellos metidos de lleno en la acción de esta ópera con la que Puccini alcanzó la cima musical y teatral de su época.

Asier Vallejo Ugarte

(Foto: Moreno Esquibel / ABAO)