BILBAO / Siface, leyenda y vida de un ‘castrato’
Bilbao. Teatro Arriaga. 2-II-2023. Filippo Mineccia, contratenor. Nereydas. Director: Javier Ulises Illán. Directora de escena: Ane Pikaza. Siface: l’amor castrato: Obras de Cavalli, A. Scarlatti, Stradella, Pallavicino, Agostini, Giannettini, Lonati, Bassani, Pasquini y Purcell.
Atraído por lo desconocido o lo sugerido por los relatos del pasado, al público actual le sigue pareciendo enormemente atractiva la figura del castrato como gran protagonista del mundo de la ópera en el siglo XVIII. Pasa el tiempo y florecen las investigaciones sobre la época, pero no se desvanece el halo de misterio que la rodea, así como un aura mítica que en el caso de Giovanni Francesco Grosi, Siface, le viene conferida también por su asesinato inducido por la familia de la joven Elena Marsili, con la que tuvo una intensa relación y a la que visitaba incluso después de ser encerrada en un monasterio de Bolonia.
Siface tomaba su apodo del personaje del rey de Numidia de la ópera Scipione affricano de Cavalli, con el que debutó en el Teatro Tordinona de Roma. A partir de ahí comenzó a narrarse una vida marcada por los éxitos, los escándalos y una actitud apasionada hacia el mundo, seduciendo lo mismo a las cortes que a los teatros públicos dentro y fuera de las fronteras italianas. Filippo Mineccia, Javier Ulises Illán, Nereydas y Ane Pikaza parten de esa personalidad arrolladora para crear una ‘ópera-pasticcio imaginaria’ en torno a la historia de atracción y amor entre el castrato y Elena Marsili y su trágico desenlace. Su propio título, Siface: l’amor castrato, parece hacer referencia simultáneamente a la tipología vocal del cantante y al repentino final de su vida. Pero la novedad no era tanto el programa (llevado al disco y estrenado en la Semana de Música Antigua de Logroño de 2020) como la presencia de unas proyecciones destinadas a modelar el espacio y subrayar el sentido narrativo del programa.
Son tantas las veces en las que las proyecciones confunden en lugar de servir de apoyo que es inevitable tener de antemano ciertas reservas, pero en este caso tuvieron la habilidad de indagar en el mundo interior de Siface y a la vez ambientar en un barroco imaginario una historia donde el erotismo y la sensualidad se fundían con la locura amorosa. Imágenes pregrabadas se alternaban con otras captadas y generadas en directo en un viaje en el que primaba la intimidad sobre la pura belleza.
En paralelo se desarrollaba la parte musical, plagada de páginas poco difundidas del XVII que daban coherencia a la idea de partida, desde el encuentro de la pareja hasta el lamento por la muerte del castrato y la despedida final, desde el aria Deste un tempo de San Giovanni Battista de Stradella hasta la hermosa Dormi o fulmine di guerra de La Giuditta del divino Alessandro Scarlatti, pasando por Cavalli, Pasquini, Pallavicino, Lonati, Bassani, Giannettini… Un auténtico festín barroco al que sirvieron admirablemente tanto Filippo Mineccia (con la efusividad de su fraseo compensaba ciertas limitaciones vocales) como un Ulises Illán igual de pendiente de acompañar al contratenor que de obtener de Nereydas un sonido compacto, preciso y envolvente.
Asier Vallejo Ugarte