BILBAO / ‘Orgia’ de Parra y Bieito: sexo, violencia y muerte bajo la sombra de Pasolini
Bilbao. Teatro Arriaga. 22-VI-2023. Ausrine Stundyte, Leigh Melrose, Jone Martínez. Ensemble Intercontemporain. Director musical: Pierre Bleuse. Director de escena: Calixto Bieito. Hèctor Parra: Orgia.
El estreno de una ópera actual es siempre un acontecimiento, más en una ciudad tan apegada a la tradición como es Bilbao. No todo lo nuevo es forzosamente moderno, como tampoco todo lo antiguo es viejo, pero el futuro no puede construirse solo desde la mirada al pasado sino desde la perspectiva del presente. Esta Orgia, resultado de una coproducción del Arriaga con el Liceu y el Festival de Peralada, había despertado expectación por la manera en que Calixto Bieito ha sabido siempre leer y releer a los grandes hombres de las letras, desde Calderón o Shakespeare hasta Lorca, y de su encuentro con una individualidad tan potente como la de Pasolini cabía esperar un resultado explosivo. Él mismo asumió la responsabilidad de elaborar el libreto a partir de una obra nada fácil de escenificar y de traducir teatralmente en sus grandes temas, como los del hombre enfrentado a su diversidad y a su propia historia personal, el sexo como mecanismo de destrucción, la muerte como forma extrema de denuncia o la fragilidad del límite existente entre el bien y el mal.
A tenor de lo visto, se diría que Bieito toma como punto de partida y de referencia la alusión del propio Pasolini (en su manifiesto de 1968, contemporáneo de la obra original) a la falta de acción escénica y, consecuentemente, a la “desaparición casi total de la puesta en escena”, que debería quedar reducida a lo indispensable. Nada hay de más en su libreto y nada introduce en escena sino lo esencial: un dormitorio que puede relacionarse con un matrimonio perteneciente a la burguesía, una atmósfera turbia con zonas intercambiables de luces y sombras, tres personajes magníficamente definidos, dotados de sentimientos fuertes e intensos, y una manera de narrar tan personal como poderosa.
La sangre se hace presente en el rostro de esa prostituta violentamente tratada, viva imagen del miedo y del horror, “hija de pobre gente”, a la que Bieito, a diferencia de Pasolini, no concede el privilegio de huir corriendo. En el desenlace, sin embargo, el mirandés es ciertamente sutil y priva al espectador de asistir a un ritual de la muerte, de recrear la espeluznante imagen inicial del protagonista masculino pendiendo de una soga y relatando su propio final; en vez de ello, el flashback se cierra en abierto, como si la vida de los tres personajes siguiese adelante y se estableciese entre ellos una renovada red de relaciones: la joven prostituta se convierte en una servidora más de la sociedad burguesa. No tiene esta Orgia la escena más tremenda de Bieito, ni la hondura y la complejidad de otros de sus trabajos, pero no por ello deja de ser precisa, intimista y veraz hasta el dolor.
En coherencia con el planteamiento teatral, la música de Héctor Parra incide en la crudeza de la historia con ritmo, matices e intensidad, aunando un lenguaje ocasionalmente árido con timbres y texturas sutiles que denotan su cercanía al mundo francés. De ahí que se pueda considerar ideal la presencia en el foso del Ensemble Intercontemporain. Lo fueron también las de Ausrine Stundyte, Leigh Melrose y Jone Martínez como voces muy capaces de dar sentido musical a la escritura de la obra y de dotar a sus personajes de toda su potencia expresiva. Stundyte, en particular, es una actriz-cantante con desgarro y tensión en la mirada, casi siempre inquietante. Tratándose de una ópera y una producción en la que música y escena van inseparablemente unidas, cabría preguntarse si esta Orgia habría sido igual sin ella en el papel de esa mujer trágica a la manera de las clásicas, asolada por el instinto de la muerte.
Asier Vallejo Ugarte
(fotos: E. Moreno Esquibel / Teatro Arriaga)