BILBAO / Musika-Música: la unión de las artes
Bilbao. Palacio Euskalduna. 1/3-III-2024. Sinfónica de Castilla y León. Director: Carlos Miguel Prieto. Abdel Rahman El Bacha, piano. Vadim Repin, violín. Sinfónica de la Región de Murcia. Director: César Álvarez. Academy of St. Martin in the Fields. Director: Tomo Keller. Quatuor Van Kuijk. Iván Martín, piano. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Directora: Marzena Diakun. Camilla Tilling, soprano. Sociedad Coral de Bilbao. Sinfónica de Navarra. Director: Perry So.
Veintitrés ediciones lleva Musika-Música atrayendo a Bilbao a los públicos más diversos para disfrutar libremente de una gran fiesta que, una vez más, ofreció la imagen icónica de las interminables filas prolongándose hasta el exterior del Euskalduna, desafiando al frío y a la lluvia. Atrás queda la gran depresión cultural que vivimos durante la pandemia hace cuatro años. A lo largo del fin de semana volvió a superarse la barrera de las setenta actuaciones repartidas en diferentes espacios, esta vez con la antigua relación entre la música y la imagen (cuadros, paisajes, fotogramas, poemas…) como hilo conductor, un vínculo que permitía una programación abierta a épocas, géneros y estilos muy diferentes desde la música barroca hasta la contemporánea, desde breves piezas para piano hasta el gran repertorio sinfónico-coral.
Una de las señas de identidad del festival ha sido desde siempre el protagonismo dado a nuestras orquestas, gran parte de las cuales han ido pasando a lo largo de estos años. Las invitadas esta edición fueron relevándose en el auditorio del Euskalduna y –las que uno puedo escuchar, pues en Musika-Música, como en la vida, no se puede estar en varios sitios a la vez– lucieron una preparación excelente. La tentación de muchas personas de hacer una clasificación de las mejores, como si todo esto fuera una competición, se desvanecería escuchando lo que cada una de ellas tenia que contar. Lo único que podría decirse es que ninguna mostró una personalidad tan marcada que la diferenciara de las demás. El viernes abrió fuego la Sinfónica de Castilla y León con un programa enteramente dedicado a Bernstein que situó, entre la vibrante obertura de Candide y las suntuosas Danzas sinfónicas de West Side Story, la suite de la banda sonora (la única que compuso) de La ley del silencio, interpretada por Carlos Miguel Prieto con altos niveles de entusiasmo y emoción.
Con César Álvarez al frente, la Sinfónica de la Región de Murcia proyectó la imagen de una orquesta joven con las fuerzas a punto y amoldó su sonido (a veces algo tímido) al particular estilo de Shostakovich, cuyo Concierto para violín n° 1 tuvo en Vadim Repin un solista intenso y poderoso, de sonido penetrante, expresivo y profundo hasta el dolor. Como ella, debutaba en Musika-Música la Orquesta de la Comunidad de Madrid, en su caso de la mano de su titular, Marzena Diakun, a la que no escaparon los acentos y los contrastes de la Sinfonía n° 44, “Trauer” de Haydn ni el sombrío dramatismo de La isla de los muertos de Rachmaninov. Aún más redondo salió el Totentanz de Liszt (una muestra elocuente de su obsesión por la muerte) dado el ímpetu mostrado por la orquesta, con percusión y metales dominantes, y muy especialmente por el poderío técnico y los sutiles matices que vio Iván Martín dentro de una obra de potencia tan espectacular. Horas más tarde, la Coral de Bilbao y la Sinfónica de Navarra se unieron para ofrecer, con un Perry So atento a las voces, a la orquesta y a la atmósfera, una versión del Stabat Mater de Poulenc que combinó ejemplarmente espiritualidad e intensidad.
Una gran expectación había despertado la presencia de la Academy of St Martin in the Fields, que transitó con pasmosa destreza de la Sinfonía n° 1 de Mozart (ocho años tenía cuando la compuso) a la n° 41, “Júpiter”, la última y mayor de todas. La transparencia, la direccionalidad imprimida a la música y el latido común de todos los instrumentistas, que clavaban todas las entradas, presidieron unas interpretaciones en las que las no hubo estridencias ni excesos. Tampoco los hubo en el recital del Quatuor Van Kuijk, cuyo sonido fue depurándose a medida que pasaban los minutos: elegante y seguro, joven pero con grandes logros a sus espaldas, transmitió el encantador lirismo de una serie de melodías de Satie y Poulenc. Al piano, de vuelta a Musika-Música después de algunos años ausente, el libanés Abdel Rahman El Bacha creó un ambiente de absoluta intimidad para describir en la Sonata “Claro de Luna” a un Beethoven que era capaz de conjugar su estilo titánico con una infinita ternura y, después, con una técnica superlativa, a ese Ravel que en Gaspard de la nuit puso en contraste la penetrante poesía de “Ondine” con la calma tensa de “Le Gibet” y el espeluznante tono de “Scarbo”.
Asier Vallejo Ugarte
Fotos: Musika-Música (Ayuntamiento de Bilbao)