BILBAO / ‘Madama Butterfly’: emociones a flor de piel
Bilbao. Palacio Euskalduna. 21-V-2022. Temporada de ABAO. Puccini, Madama Butterfly. Maria Agresta, Sergio Escobar, Carmen Artaza, Damián del Castillo, Jorge Rodríguez-Norton, Marta Ubieta, José Manuel Díaz, Fernando Latorre. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director musical: Henrik Nánási. Director de escena: Stefano Monti.
Después de varios estrenos consecutivos (La clemenza di Tito, La Voix humaine, Eine florentinische Tragödie y Alzira), con Madama Butterfly la temporada de ABAO recuperaba la sensación de estar en casa y su público volvía a emocionarse con la ópera que el mismo Puccini consideraba la más sentida, sincera y expresiva de las suyas, que fue también la primera con un tema que le permitía recrear musicalmente un escenario remoto y exótico. Con todo ello, unido a un sentido de la frase que era solamente suyo y al conmovedor retrato de la protagonista, Cio-Cio-San, en su tránsito de la infancia a la madurez, de la inocencia a la plena conciencia de su realidad, en una progresiva transformación en heroína trágica, Puccini llegaba más lejos que todos sus contemporáneos italianos y se situaba en el umbral de la modernidad: “una transformación de tal calado [la de Butterfly] habría sido imposible sin la nueva riqueza de colores armónicos que presenta la partitura” (Budden).
Sabemos que Puccini contactó con la actriz japonesa Sada Yacco y con la esposa del embajador japonés en Italia para conocer en profundidad las costumbres, la religión y la arquitectura japonesas. Igual que en Tosca, en Madama Butterfly la búsqueda de la autenticidad era esencial y los escenarios, en este caso el puerto de Nagasaki a finales del XIX, habían de estar inequívocamente definidos. ABAO escogió para esta ocasión una puesta en escena sencilla, refinada y muy clásica, firmada por Stefano Monti, que lleva el aroma de otros tiempos pero que respeta al marco en el que Puccini ambientó la tragedia: nada se salía de lo que se esperaba salvo unas extrañas figuras con connotaciones sexuales que adornaban la habitación de Butterfly desde el comienzo del segundo acto, de lo que podría interpretarse que era el deseo carnal la causa principal de la nostalgia y la larga de espera de la geisha.
Sin embargo, Maria Agresta mostró lo cotidiano de la vida interior japonesa: su espiritualidad, sus sentimientos y una intimidad reflejada en su manera de relacionarse con los demás. Vocalmente llegó con poderío a la gran escena final, “Tu? Tu? Piccolo Iddio!”, que cantó con absoluto desgarro, dándolo todo como lo había dado a lo largo de toda la velada, con un gran conocimiento de la melodía pucciniana y un fraseo efusivo que enlazaba su Butterfly con la más pura tradición italiana. Fue muy ovacionada al término de una función que tuvo más protagonistas de nivel, como Carmen Artaza (espléndida Suzuki), Damián del Castillo (Sharpless), Jorge Rodríguez-Norton (Goro) o, en partes más breves, Marta Ubieta, José Manuel Díaz o Fernando Latorre.
Sergio Escobar (Pinkerton) mostró dificultades vocales que no se apreciaron en su reciente participación en Alzira, ya fuera porque no tuvo su noche, porque no le va bien el papel (relativamente breve pero muy exigente) o por la suma de ambas razones; su voz tiene una calidad incuestionable, pero sonó forzada a lo largo de todo el primer acto y llegó sin brillo al final del precioso dúo de amor que lo culmina. La impresión no fue mejor en sus últimas escenas pese al buen acompañamiento de Henrik Nánási, quien, de la mano de la BOS, fue dando hondura a la música a medida que avanzaba la obra, ambientó admirablemente la acción y subrayó con matices y colores todas esas emociones que hacen que con Madama Butterfly se nos vaya siempre un pedazo del corazón.
Asier Vallejo Ugarte