BILBAO / ‘Il Trovatore’ en ABAO: llamas en la oscuridad

Bilbao. Palacio Euskalduna. 20-V-2023. Temporada de ABAO Bilbao Opera. Celso Albelo, Anna Pirozzi, Ekaterina Semenchuk, Juan Jesús Rodríguez, Riccardo Fassi, Belén Elvira. Coro de Ópera de Bilbao. Sinfónica de Bilbao. Director musical: Francesco Ivan Ciampa. Director de escena: Lorenzo Mariani. Verdi: Il Trovatore.
Son diversos los ángulos desde los que se puede abordar Il Trovatore, diversos los motivos que debieron de mover a Verdi a componer una ópera sobre el hermoso drama de García Gutiérrez. Junto a los temas centrales del amor y el odio, que se van trenzando en el marco de un relato que expone el horror añadido de la venganza, aparecen otros verdaderamente románticos como el anhelo espiritual, el sentido del honor o la oscuridad de la noche. Tan sombrío es el drama de Il Trovatore como los ambientes que lo envuelven. De ahí que Lorenzo Mariani se haya centrado esencialmente en la creación de atmósferas, en dar a la acción un clima tenebroso que antepone al vínculo de la obra con su trasfondo histórico: desaparece la diversidad de lugares y con ella cualquier referencia temporal. El mismo escenario prácticamente vacío sirve igual para albergar una sala de la Aljafería zaragozana que la falda de un monte vizcaíno, sin matices que las distingan o que lleven a entender la nostalgia de Azucena por la “antigua paz” de sus montañas; por otra parte, en lugar de ofrecer una dirección escénica con la que conquistar el espacio que existe entre los personajes (lo que constituye el verdadero reto de cualquier propuesta minimalista), Mariani acude al recurso mucho más elemental de las proyecciones, a las que no se puede negar importancia al recrear la fulminante irrupción del fuego como otro de los temas a los que esta obra debe su singularidad.
Se la debe también a una música que lleva el acento verdiano marcado en cada nota y en la que “mejor se puede estudiar la concisión de Verdi, su poder emotivo y su inconsciente antagonismo con Wagner” (Alfred Einstein). Toda ella es tan personal como deslumbrante, dotada de un vigor y de una intensidad inusuales, aunque no renuncia a sus raíces belcantistas, como demostró Francesco Ivan Ciampa con una dirección impetuosa y a la vez plegada al canto, poderosa en las escenas de conjunto pero sutil en las de intimidad. A su labor muy cuidada ante la BOS respondió el coro con más potencia que refinamiento, especialmente cómodo en ese coro de gitanos que viene a dibujar, por cierto, la imagen histórica de una Vizcaya forjada sobre el hierro.
Tan oscura la puesta en escena, la función se iluminó por el esplendor del reparto. La de Celso Albelo no es una voz que se asocia de inicio a Manrico, habitualmente interpretado por voces más robustas y potentes, pero sus argumentos del fraseo y el estilo, además de su facilidad en los agudos, resultaron contundentes. De Anna Pirozzi, algo avara en matices en “D’amor sull’ali rosee”, se debe destacar su poderío vocal, su magnífica línea de canto y su buen manejo de las agilidades por encima de una zona alta algo destemplada. Espléndido el Conde de Juan Jesús Rodríguez, noble y contenido en la medida justa, gran fraseador en “Il balen del suo sorriso” y verosímil como hombre oscuro, ansioso de victoria y a la vez herido en su amor y su orgullo, poseedor de una personalidad rotunda y un porte honorable que invocaba lejanamente el teatro español del Siglo de Oro. También Ferrando tuvo gran relieve en la voz de Riccardo Fassi. Y aun así, Ekaterina Semenchuk logró situarse en el centro de la acción por la enorme intensidad de una Azucena con fuego dentro, retratada en su sed de venganza y en su primitiva ternura, cantada con todos sus acentos, provista de toda su riqueza de matices y encarnada tal cual la describió el compositor, “abatida por el dolor, por el cansancio, por la vigilia y por el terror”.
Asier Vallejo Ugarte
(fotos: E. Moreno Esquibel)