BILBAO / Euskadiko Orkestra y Lugansky: desde las sombras
Bilbao. Palacio Euskalduna. 16-VI-2021. Nikolai Lugansky, piano. Euskadiko Orkestra. Director: Robert Treviño. Obras de Schoenberg y Rachmaninov.
Bien entrados en el siglo XXI, la música de Schoenberg conserva cualidades radicales que la hacen excepcional en nuestras salas de conciertos. En la partitura de Noche transfigurada, estimulado por el “ardor erótico” que veía en el poema de Dehmel, plasmó sutilmente su idea de que la armonía había de ser un equilibrio de fuerzas en tensión máxima, y aunque de inicio hubo quien no la comprendió, pues el escándalo de Schoenberg no cesó jamás, con el tiempo se convertiría en la pieza paradigmática de su juventud, en el símbolo de su obra temprana y en la piedra fundamental del camino que acabaría llevando a la música atonal. De Treviño cabía esperar una interpretación en clave expresionista, cruda, descarnada, que expusiese de forma pavorosa y desasosegante los terrores internos de los protagonistas del poema, pero lo que realmente destacó fue la atmósfera, la recreación de un clima intenso, onírico y sensual, de luz levemente tenue, en el cual la cuerda de la orquesta encontró amplios espacios para el lirismo.
En la Rapsodia sobre un tema de Paganini, con la que Rachmaninov recuperó su edad juvenil, se lució un Lugansky en plenitud, que caminó por el escenario sin alardes de grandeza, sin que su aspecto de hombre corriente permitiese adivinar al gran virtuoso que lleva dentro, por más que ya hubiera tocado en anteriores ocasiones en esta misma sala y con esta misma orquesta. Desde su profundo conocimiento del universo del compositor ruso, que transita del grito torrencial al extremo de la intimidad, plagado de contrastes y de claroscuros, de rincones sombríos, combinó su técnica magistral con una musicalidad que convertía cada una de las variaciones en una pequeña gran historia. A su lado, la Euskadiko Orkestra volvió a jugar sus bazas con mucho sentido y Treviño liberó su personalidad extrovertida y exuberante, como queriendo trasladar al público que en Rachmaninov, especialmente en este tan vital y tan enérgico, es bueno dejarse llevar.
Asier Vallejo Ugarte