BILBAO / Euskadiko Orkestra: sones de Bohemia
Bilbao. Palacio Euskalduna. 9-IV-2022. Euskadiko Orkestra. Director: Pietari Inkinen. Obras de Smetana y Dvorák.
Con un programa enteramente bohemio se presentó el finlandés Pietari Inkinen, que este verano de dirigirá la nueva producción de El Anillo del Nibelungo en Bayreuth, al frente de una Euskadiko Orkestra en horas altas. La impresión que dejó fue la de un hombre serio y formal, la de uno de esos directores intelectuales con coraza que dan seguridad a las orquestas aunque no inventen una manera de hacer música.
Todo comenzó con la obertura y tres danzas de La novia vendida de Smetana, una ópera cómica que con el paso del tiempo se ha situado por delante de otras que abordan historias y leyendas tradicionales de la región, como Los brandemburgueses en Bohemia o Dalibor. La hace única su aroma popular, su encantadora ambientación y la sencillez de su trama, el espíritu animado que adelanta su célebre obertura. Inkinen aseguró la exuberancia de la pieza y la volcó después sobre las danzas, a cual más vibrante, antes de mudar de tono en la obertura Otelo de Dvorák, una obra sorprendentemente infrecuente en nuestras salas de conciertos. Fue admirable la serenidad con que el maestro presentó los primeros compases, una expresión dulce y amorosa que nada tiene que ver con el impetuoso arranque de la ópera verdiana homónima, aunque la atmósfera general resultaría tensa y sofocante, como si la música transcurriera en el interior de la atormentada mente del moro hasta su violento desenlace.
En una sinfonía tan conocida como la Novena de Dvorák, que encadena unos temas memorables tras otros, salieron a flote fisuras que demostraban que la orquesta no tenía el mecanismo perfecto que logra con su titular, Robert Treviño, ni la misma pegada, ni la misma igualdad entre familias instrumentales, pero Inkinen se mantuvo en posición firme, primó la contención frente al sentimentalismo y remató a la manera clásica la obra en su conjunto. Aunque no era estrictamente necesario, tampoco importunó que la Danza eslava (op. 46, n° 8) ofrecida de propina devolviese al concierto su exuberancia inicial.
Asier Vallejo Ugarte