BILBAO / El impetuoso Brahms de Martin Helmchen

Bilbao. Palacio Euskalduna. Temporada de la BOS. 20-VI-2023. Martin Helmchen, piano. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director: Erik Nielsen. Obras de Schumann, Moussa y Brahms.
Un día antes de que Erik Nielsen anunciase que la próxima temporada será su novena y última como titular de la BOS, Martin Helmchen volvía a unirse a la orquesta en una impetuosa interpretación del Concierto para piano n° 1 de Brahms. Lo hizo en una velada que comenzó con la Obertura, Scherzo y Finale Op. 52, una de las obras más convencionales de un Schumann afianzado en su genialidad, en su singularidad irreductible, pero también en su irregularidad frente a la escritura orquestal. Nielsen mantuvo en ella un tono mesurado, sosegado y apacible, mostrando una mirada optimista de la vida que apenas se interesó por invocar las pequeñas tensiones del movimiento final. Schumann la concibió inicialmente como una ligera “Sinfonietta” y fue así como la mostró el estadounidense. Su recuerdo se desvaneció tan pronto como empezó a sonar Elysium, una pieza del canadiense Samy Moussa (1984) estrenada en la Sagrada Familia de Barcelona por la Filarmónica de Viena en septiembre de 2021: por su grandeza y su densidad sonora, por esa lenta solemnidad que implicaba a la orquesta entera y por ese trasfondo bruckneriano que sintonizaba con el espíritu romántico del programa, la obra acabó dejando en la sala una impresión tan honda como contundente.
La carrera de Helmchen (Berlín, 1982) se desarrolla serenamente, sin hacerse notar demasiado. Pasan los años y mantiene el mismo aire de persona responsable, tranquila y educada, como si no hubiera habido sobresaltos en su vida, pero en su interior habita un pianista excepcional como apenas los hay en su generación. Fue memorable su Segundo de Brahms hace dos temporadas y lo fue también este Primero en el que volvió a transmitir la sensación de una gran inteligencia musical, una entrega absoluta y un pianismo enormemente sólido: todo el recorrido del movimiento inicial del concierto fue trazado con un vigor y una penetración admirables. Desde su entrada ilustró su capacidad para frasear con gran clase y para lograr un sonido amplio y resonante, tan poderoso que alcanzaba a dialogar con una orquesta nunca llevada al límite. En el segundo movimiento destacaron los sutilísimos matices que obtuvo del instrumento, mientras que el tercero halló toda su plenitud romántica por su impulso rítmico y su elevado voltaje emocional. Lo que uno tenía delante era la monumental obra compuesta por el joven Brahms desde la enérgica mirada que Helmchen lanzaba sobre ella, compartida con un Nielsen dispuesto a seguirle fielmente hasta el final.
Asier Vallejo Ugarte
(foto: Miguel San Cristóbal / BOS)