BILBAO / Ardor rossiniano
Bilbao. Teatro Arriaga. 6-III-2022. Rossini: Giovanna d´Arco. Stabat Mater. Angela Meade, Chiara Amarù, Paolo Fanale, Simón Orfila. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica Verum. Director: Nicola Luisotti.
A Rossini nunca le ha faltado presencia en las temporadas de la ABAO desde 1953, el mismo año de su fundación, y fue una ópera suya (Il turco in Italia) la única que sobrevivió a los momentos más duros de la pandemia. Esa relación histórica daba un nuevo paso adelante con este concierto que situaba al compositor en dos áreas colindantes con la ópera: la cantata profana representada por Giovanna d´Arco y la música religiosa representada por el enorme Stabat Mater, en el que “bajo el signo de la inspiración religiosa, Rossini rompe la reserva y el pudor que siempre frenaron la manifestación de sus sentimientos para abandonarse por fin a un canto de gran tensión emotiva, de terrenal efervescencia” (Zedda). Ambas fueron compuestas durante su exilio artístico, retirado de la escena pero no de la vida y del mundo, con lucidez para ver en lo oscuro e inteligencia para seguir dando a la música ese carácter esencialmente vocal que era solamente suyo.
En Giovanna d´Arco, en sus recitativos y en sus arias, se sigue reconociendo al Rossini de la gran escena, y desde esa perspectiva dramática la interpretó Chiara Amarù con voz y coloratura justas, sin alardes que desviasen la atención de lo que verdaderamente importaba. Aún destacó más la dirección de Luisotti, de una elegancia contenida y muy natural, de un sentido del teatro que se situaba entre lo tácito y lo elocuente, entre lo sugerido y lo visible, mostrando que incluso en la orquestación de Sciarrino existe el misterio de las obras grandes. El Stabat Mater lo alejó del virtuosismo y lo aproximó a una categoría superior, de figura dominante, e hizo sentir que su manera de hacer música era clásica, de toda la vida. Su presencia elevó a la orquesta y el coro, pero también a los solistas, pues solo cuando se acompaña así a los cantantes se puede cantar con el poderío y la seguridad con que lo hizo Angela Meade, con esa capacidad para expresarlo todo con la voz, igual la intensidad dramática (Inflammatus et accensus) que los sentimientos más íntimos que describe la partitura. Con Amarù y Orfila en sus espacios naturales, Paolo Fanale no logró imponerse vocalmente, por lo que hubo de seducir por la vía del fraseo y de la imaginación, sacando a la luz todos esos pequeños matices que en la escritura de Rossini, incluso cuando recala un lirismo más medido, aguardan a la vuelta de cada esquina.
Asier Vallejo Ugarte