BERLÍN / ‘El holandés errante’: parodia de la peor especie
Berlín. Komische Oper. 27-XI-2022. Wagner: El holandés errante. Günter Papendell, Jens Larsen, Daniela Köhler, Brenden Gunnel. Director musical: Dirk Kaftan. Director de escena: Herbert Fritsch.
“¡No tocar!”, se grita en dos ocasiones en esta nueva producción de El holandés errante de Wagner. Y no es la única inserción de texto en el montaje de Herbert Fritsch, que ofrece una parodia de la peor especie que conviene evitar a toda costa. El director de escena es también el responsable de la chillona escenografía: una sala con altas paredes de saturados colores, en cuyo centro se sitúa un navío de rojo velamen que la tripulación del Holandés, ataviada con extraños trajes (Bettina Helmi) sacude, bascula y gira ya durante la obertura, sugiriendo un barco en zozobra, un efecto enfatizado por la espasmódica iluminación de Carsten Sander.
Al tiempo que Dirk Kaftan extrae un poderoso dramatismo de la orquesta de la Komische Oper Berlin, los marineros de Daland, vestidos de blanco, se van alineando en el proscenio, donde hacen payasadas, bostezan, silban y vociferan músicas extrañas. Aun así, brillan desde el punto de vista vocal los solistas corales de la Komische Oper y el Vocalconsort de Berlín. El Timonel y Daland visten uniformes azules y, como todos los personajes masculinos, están marcadamente feminizados por Fritsch.
El tenor lírico Caspar Singh es un rubio Timonel que se entretiene elaborando poses de danza para luego adelantarse a recibir aplausos como una estrella del pop. En el importante rol de Daland, el bajo Jens Larsen canta con voz atronadora y de manera algo tosca, cayendo de vez en cuando en el Sprechgesang. Por su parte, Günter Papendell encarna a un Holandés de larga melena color zanahoria, abrigo de terciopelo con levita y dedos cubiertos de llamativos anillos, que parece salido de una película posmoderna de vampiros. Su voz exhibe el potencial que el papel exige tan sólo en el registro agudo, mientras que los graves suenan demasiado tenues, llegando prácticamente a lo inaudible en la frase “Wie aus der Ferne“.
El único cambio en el decorado que aporta el segundo acto es la aparición de un gran retrato del Holandés en un espléndido marco dorado. Las mujeres irrumpen entre gritos y risas, ataviadas con vestidos blancos, gorros y mandiles. Del grupo destaca Senta, envuelta en un vestido marrón de seda. La soprano Daniela Köhler protagoniza los momentos vocales más destacados de la representación, impactando con su potente emisión en la balada, que interpretó con impoluta entonación y de forma emocionante (otra perla del montaje: al final del dúo con el Holandés, Senta lo acuna en sus brazos como a un bebé).
Brenden Gunnell tiene que sacar adelante un Erik pequeñoburgués embutido en un rígido traje de tres piezas, y necesitó su tiempo para cantar con cierta soltura. La voz evidencia una acusada carencia de potencial heroico, resintiéndose sobre todo en los pasajes dramáticos, aunque resulta grato en su lirismo. Por último, la mezzo Karolina Gumos, de voz chillona y estridente, muestra una total inadecuación para el rol de Marie.
Al final, Senta y el Holandés, o más exactamente sus vestidos, se elevan flotando hacia el cielo estrellado, mientras el regista, sentado en un columpio, desciende desde ese mismo cielo esparciendo pétalos de rosa. La respuesta del público del estreno se dividió entre la airada protesta y el aplauso entusiasta.
Bernd Hoppe