BERLÍN / Cuestionable ‘lieto fine’ para el ‘Così’ de Mozart
Berlín. Komische Oper. 11-III-2023. Mozart: Così fan tutte. Hubert Zapiór, Caspar Singh, Günter Papendell, Nadja Mchantaf, Susan Zarrabi, Alma Sadé. Directora musical: Katharina Müllner. Director de escena: Kirill Serebrennikov.
La nueva producción de Così fan tutte en la Komische Oper ha supuesto el comienzo de una trilogía Mozart/Da Ponte dirigida escénicamente por el cineasta y dramaturgo ruso Kirill Serebrennikov, quien es asimismo el responsable de la escenografía: una estructura en dos niveles que muestra un gimnasio, una zona de baño, una cocina, un salón con sillones de cuero negro estilo Bauhaus y un dormitorio con cruces iluminadas sobre las camas. El vestuario, por su parte, resulta muy variado: desde ropa deportiva a trajes militares de camuflaje y trajes de vestir, pasando por lencería sexy y elegantes vestidos a la moda.
La idea conceptual básica de Serebrennikov parece surgir de la práctica -habitual en la ópera- de sustituir a un solista enfermo por un extra en el escenario y un cantante situado en el foso de la orquesta. También en esta producción, Ferrando y Guglielmo se duplican en cantante y actor, siendo estos últimos dos forzudos que exhiben con ostentación la parte superior de sus cuerpos desnudos y más tarde tienen que interpretar atrevidas escenas eróticas con las hermanas en sus camas. Sin embargo, Serebrennikov no desarrolla con coherencia esta idea, ya que más adelante hace que sean los dos cantantes —no los actores— quienes actúen varias veces con las hermanas, lo que produce confusión en el espectador. El regista, con la ayuda de Ilya Shagalov, también sigue la práctica, harto habitual en nuestros días- de utilizar vídeos. Así, el coro fuera de escena Bella vita militar viene ilustrado con escenas de guerra, figuras de muñecas, jugadores de fútbol, activistas de los derechos de la mujer e imágenes de un salón de belleza.
Tras la partida de la pareja de amantes, Serebrennikov escenifica una opresiva ceremonia de duelo en la cual las hermanas aparecen ataviadas con velos negros y pertrechadas con velas, con enormes coronas funerarias con lazos decorando la escena. Mientras se muestran las fotos de los prometidos, las hermanas reciben las urnas con sus restos mortales. Más tarde, Fiordiligi se echa las cenizas en la cabeza, en una escena realmente perturbadora que, sin embargo, plantea un grave problema dramatúrgico: ¿cómo puede acusarse a las hermanas de infidelidad cuando sus prometidos han muerto en la guerra? También resulta cuando menos extraña la espeluznante imaginería surrealista de la ceremonia nupcial, con las hermanas ricamente vestidas de novias circasianas, y en la cual varias criaturas míticas con cuernos y enfundadas en pieles negras ejecutan furiosas danzas infernales. Y, para rematar, el director de escena propone una solución bastante inocua para la escena final: Don Alfonso cambia las letras de la pared del fondo con el título de la obra por Così fan tutti (no es el primer regista en tener esta ocurrencia), y luego los actores se reúnen en el proscenio para la cantinela conclusiva. Apenas hay irritación ni conflicto, ni cambio alguno en la constelación de las parejas.
En cuanto al elenco, el barítono Hubert Zapiór como Guglielmo se hizo acreedor de la corona principal gracias a una voz maravillosamente timbrada, traduciendo su parte del duetto con Dorabella con gran sensualidad y el aria Donne mie con auténtico furor. El tenor Caspar Singh como Ferrando también exhibió una voz bella y expresiva, plena de delicados colores en el aria Un’aura amorosa, generosamente fraseada y deliciosamente variada en el da capo. Singh también dominó con brillantez la cavatina Tradito, schernito, desplegando la debida expresión de agitada turbación interior. Por su parte, Günter Papendell resultó convincente y vocalmente impactante como un Don Alfonso tal vez demasiado joven.
La soprano Nadja Mchantaf, en el papel de Fiordiligi, brindó una estupenda Come scoglio —algo decaída en la parte final— para luego fracasar estrepitosamente en el rondó, donde la voz sonó débil y oscurecida, además de antojarse completamente ayuna de profundidad. Por el contrario, la mezzo Susan Zarrabi brindó una atractiva Dorabella de bella voz rica en sobreagudos. El aria Smanie implacabili la interpretó con aplomo y È more un ladroncello con ligereza y coquetería. Por último, Alma Sadé ofreció una Despina poco perfilada, especialmente en sus escenas de disfraz, y su voz incurrió en más de una ocasión en estridencias en las notas agudas, sobre todo en Una donna. Los solistas del coro de la Komische Oper tampoco tuvieron su mejor noche, sonando por momentos desequilibrados.
Al frente de la orquesta, la directora Katharina Müllner marcó un tempo enérgico y veloz ya desde la obertura, encontrando siempre la medida musical adecuada para los momentos más agitados de la trama y al mismo tiempo atenta a la delicadeza en los momentos de mayor lirismo. El público del estreno reaccionó con entusiasmo.
Bernd Hoppe
(Foto: Monika Rittershaus / Komische Oper)