BERLÍN / Claus Guth culmina con éxito el desafío de montar ‘Jovánchina’, de Mussorgski
Berlín. Staatsoper. 02-VI-24. Modest Mussorgski, Jovánchina. Mika Kares, Taras Shtonda, Namiddin Mavlyanov, Marina Prudenskaya, Evelin Novak, Anna Samuil. Staatskapelle Berlin. Dirección musical: Simone Young. Dirección escénica: Claus Guth.
Todo teatro de ópera se enfrenta a un gran reto al subir a su escenario el drama musical de Mussorgsky Jovánschina. Por un lado, por el alto nivel vocal exigido al reparto y, por otro, por la densa trama que aborda las relaciones de poder político en la Rusia del siglo XVII, y para cuya realización escénica se requiere un director experimentado. En la Staatsoper de Berlín, Claus Guth asumió este reto, acompañado de sus versados colaboradores, Christian Schmidt (escenografía) y Ursula Kudrna (vestuario). La puesta en escena echa mano de diversos recursos artísticos, como el uso de cámaras en vivo -omnipresentes en el teatro musical contemporáneo- cuyas imágenes se proyectan en el fondo del escenario, grabaciones que reflejan la desdichada miseria del pueblo ruso desde el pasado hasta la actualidad, así como diversas representaciones de cuadros históricos. Problemática resulta la invención de un segundo plano temporal -el presente- con un grupo de investigadores cuyos miembros consultan y cuestionan la historia. Embutidos en uniformes de protección con guantes (de hecho, parecen personal médico), no son sólo observadores, sino que intervienen casi permanentemente en la trama, actuando como escenógrafos y tramoyistas, generando niebla y transportando cadáveres fuera del escenario. En el último acto, el proyecto de investigación se cancela en beneficio de la representación, que a partir de ese momento transcurre con más rigor y gana en fascinación. Una brillante idea es el uso de tableaux vivants, que cautivan por su vistosidad y evitan cualquier plasmación naturalista. Vemos aquí al joven zar Pedro, entusiasta del ejército desde la infancia, en un campo de batalla rodeado de soldados de plomo o en un teatrillo bélico con un caballo abatido y soldados muertos a tiros. Tras la exuberante danza de las mujeres en el suburbio de Strelitz,el montaje alcanza su clímax en el palacio del príncipe Iván Jovánski con una danza en la que hombres y mujeres, vestidos todos de blanco, giran como derviches en trance. Uno de los puntos culminantes de la puesta es el vestuario de Ursula Kudrna, esplendoroso, de elaborada factura y gran atención al detalle. La escenografía de Schmidt comienza y termina en el despacho de Putin en el Kremlin, con una estatua del zar Pedro detrás de su escritorio. A continuación, se esbozan diferentes escenas independientes, lo que se corresponde bien con el carácter fragmentario de la obra, a menudo haciendo uso del espacio por debajo del escenario.
Las escenas corales son grandiosas, comenzando en el primer acto con el lamento “Ah, querida madre Rusia” y terminando con el suicidio al final, cuando todos, con túnicas negras y velas encendidas, alaban a Dios para luego hundirse en las profundidades, donde perecen entre las llamas. Afortunadamente, el iluminador Olaf Freese ha evitado el sempiterno uso de la luz roja y de la proyección de llamas parpadeantes, y en su lugar baña la escena con partículas de hollín negro que crean una atmósfera de opresiva penumbra. El Coro y el Coro Infantil de la Staatsoper de Berlín cantan con una precisión, potencia y plenitud asombrosas. Al frente de la Staatskapelle de Berlín, Simone Young dirige la versión de Dmitri Shostakóvich con el final de Igor Stravinsky. Su lectura presenta un marcado lirismo, si bien en muchos momentos hubiera sido deseable que la música sonara más áspera, angulosa y quebradiza. Los brillantes orientalismos del cuarto acto recuerdan a Borodin y Rimsky-Korsakov.
El reparto es de todo punto excelente, encabezado por dos bajos excepcionales que se enzarzan en un duelo sobrecogedor. El finlandés Mika Kares impresiona con su poderosa voz como el príncipe Ivan Jovánski, ataviado con la túnica roja de los streltsí, mientras que Taras Shtonda, como Dossifei, presenta un instrumento que no le va a la zaga. El tenor Namiddin Mavlyanov acierta en su creación de Andrei, el hijo de Ivan. Vestida con un suntuoso traje de terciopelo y encaje y con expresión profética, Marina Prudenskaya está espléndida como Marfe. La soprano Evelin Novak es una expresiva Emma y Anna Samuil, como Susanna, lució brillantes agudos.
El público del estreno, el 2 de junio de 2024, celebró con entusiasmo a todos los intérpretes.
Bernd Hoppe