Beethoven: Amada lejana, amada inmortal (IV)

Y ahora, sí. Es el momento de plantear la cuestión de la Amada Inmortal. Ya se sabe que es unos de esos misterios que hacen las delicias de muchos aficionados, estudiosos e investigadores. ¿Quién esa amada? Nadie tiene certidumbre. Por mucho que digan y escriban, nadie lo sabe.
Tengo a mano un libro relativamente reciente, de 2011, de Edward Walden. Traducido el título, sería así: La Amada Inmortal de Beethoven. Se resuelve el misterio (The Sacrecrow Press). Para Walden la cosa está clara. La amada es Bettina Brentano, más tarde Bettina von Arnim. Una mujer realmente interesante, inteligente, libre. Hoy consideraríamos que fue una feminista ante litteram. Ella fue gran amiga de Beethoven. y gran amiga de Goethe, también. Al bueno de Goethe lo puso en algún aprieto que se cuenta también, ese tipo de cosas picantes de siempre.
Una joven inteligente, atractiva, inquieta, un torbellino, parece poner sus atributos más inmediatos al alcance del viejo de Weimar. Hoy sería para provocar un infarto de cualquier caballero de edad; imaginen ustedes entonces.
Por los apellidos vemos en qué círculo se movía Bettina. Era hermanastra de Franz Brentano y se casó por Joachin von Arnim. Arnim y Brentano son los recopiladores de esa serie de poemas de diversa procedencia que inspiraron y atormentaron todo el siglo XIX de Europa Occidental, Des Knaben Wundernhorn, que traducimos como La trompa maravillosa del niño, y que como todas las traducciones literales es injusta y hasta falsa. Bettina tuvo dificultades en poner en contacto a sus dos admiradores artistas, Goethe y Beethoven. Y cuando lo consiguió los efectos no fueron relevantes. Según el nivel de conciencia de la época, un poeta estaba muy por encima de un músico. Era una supervivencia de los tiempos renacentistas en que se consideraba que la poesía venía de Dios, o poco menos; y que la música, incluso la pintura, era cosa de hábiles artesanos que se ganaban la vida con sus manualidades. Bach fue siervo primero y empleado después, un empleo extenuante en el colegio de Santo Tomás, en Leipzig; Haydn fue siervo, y solo al final tuvo cierta libertad, siempre bendecida por la familia Esterházy, pues no se podía vivir sin una familia así. Mozart trató de no ser siervo… y ya ven lo que le pasó. Goethe, en el Parnaso. Beethoven tratando de demostrar, como Velázquez siglo y medio antes, que lo que uno hace es un arte digno de Apolo.
Pero no lo había demostrado, de manera que el encuentro con Goethe, que además no tenía ni idea música ni le importaba en absoluto, fue un encuentro frustrado. A pesar de Bettina, la sagaz, inquieta Bettina.
Ahora bien: hay mucha oposición a la candidatura de Bettina. Esto es, a la tesis de Edward Walden. Y la cosa se pone más interesante aún si nos referimos, junto a Josephine y a Bettina, a una deliciosa persona muy cercana a esta última.
Lleva el mismo apellido. Es Antonie Brentano, de soltera Birkenstock; era cuñada de Bettina. Lo tratamos en la siguiente entrega.
Santiago Martín Bermúdez