BAYREUTH / Un fastuoso ‘Alessandro nell’Indie’ encumbra a Cenčić como director de escena
Bayreuth. Markgräfliches Opernhaus. 7-IX-2022. Vinci: Alessandro nell’Indie. Franco Fagioli, Bruno de Sá, Maayan Licht, Jake Arditti, Nicholas Tamagna, Stefan Sbonnick. {oh!} Orkiestra. Directora y violín: Martyna Pastuszka. Director de escena: Max Emanuel Cenčić.
La III edición del Festival de Ópera Barroca de Bayreuth (la primera que se ha podido celebrar en condiciones normales, tras dos años marcados por la pandemia) se inauguró con una majestuosa producción de Alessandro nell’Indie de Leonardo Vinci, ópera estrenada el 26 de diciembre de 1729 en el Teatro delle Dame de Roma, con libreto del excelso Pietro Metastasio. Se trata de uno los libretos más exitosos de la historia, pues al menos 65 compositores escribieron una ópera sobre este texto, basado en la clemencia de Alejandro Magno hacia el derrotado Poro, rey de lo que actualmente es el territorio indio de Punyab. La trama, bien enrevesada, como se le supone a toda buena ópera barroca, se complica por la ambición del general Gandarte y por la presencia de la princesa Cleofide, a la que pretenden conquistar en el campo del amor tanto Alessandro como Poro.
El contratenor Max Emanuel Cenčić, director artístico del festival y aquí ejerciendo labores de director de escena, la ambienta en la Inglaterra de Jorge IV, es decir, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, justo cuando los británicos están consolidando su dominio imperial en la India colonial. Se trata, en realidad, de un nuevo ejemplo de teatro dentro del teatro, ya que el escenario de la impresionante Markgräfliches Opernhaus de Bayreuth se transforma aquí en una réplica del Pabellón de Brighton, residencia real de estilo indo-sarraceno que fue muy del agrado del mencionado Jorge IV (de ahí, las múltiples referencias en la puesta a Bollywood). El propio monarca, a decir de las crónicas, era muy aficionado a actuar en las veladas teatrales que tenían lugar allí (su otra gran afición era coleccionar mechones de cabello de los miles de mujeres que pasaban por su lecho).
Los trajes, en consecuencia, son los de la época. Los británicos, por tanto, ocupan el lugar que corresponde en la historia real a los macedonios de Alejandro Magno, pero los indios siguen siendo los mismos. El escenario, a veces con ese horror vacui que es tan barroco, cuenta con una plataforma móvil que hace las veces de palacio hindú, de edificio neoclásico, de jardín o de oasis en el desierto. El tercer acto transcurre en un bosque de palmeras. Hay recursos muy eficaces que contribuyen a ampliar la impresión de exotismo de esta puesta en escena: elefantes, camellos, caballos… No son reales, claro, sino muñecos sobre triciclos que conducen los personajes en diversos momentos. Un gran falo aparece en varias escenas. ¿Qué pretende contarnos con ello Cenčić? Pues que estamos en un mondo inverso en el que nada es lo que parece, sino todo lo contrario: los personajes que por aquí pululan pertenecen al dios Baco y se hallan, por tanto, inmersos en una gran bacanal. Por ello, las más de cuatro horas que dura la representación están llenas de equívocos y de golpes de humor. Sin embargo, también hay momentos de extrema crueldad, los que protagoniza un Poro vencido y guiado por su sed de venganza.
Pero el gran golpe de efecto, lo con convierte a este montaje de Alessandro nell’Indie ideado y desarrollado por Cenčić en algo absolutamente magistral, es que todos (cantantes, actores y bailarines) son hombres. Diríase que la única mujer que tiene cabida es la violinista Martyna Pastuszka, no solo como directora de la orquesta, sino también porque en un momento dado abandona el foso y, con una túnica verde esmeralda, sube al escenario para mantener un duelo voz-violín obbligato con Poro (un superlativo Franco Fagioli).
Cleofide, la princesa india cortejada, y Erissena, la hermana de Poro, son dos contratenores: Bruno de Sá y Jake Arditti. Ambos, al igual que las bailarinas (presentes prácticamente en toda la ópera), lucen ostentosos pechos de silicona, aunque la caracterización es tan perfecta que muchos de los asistentes al estreno pensaban que se trababa realmente de mujeres. El joven brasileño De Sá es un sopranista auténtico (no de los que se anuncian como tales y no lo son ni por asomo), de voz inmaculadamente femenina, capaz de unas agilidades en su canto que para sí quisieran muchas de las grandes divas de la escena actual. Arditti, típico contratenor de la escuela inglesa, supo darle también una enorme credibilidad vocal y gestual a su papel.
Además de Cenčić, De Sá se convirtió en el gran triunfador de la noche, pero tampoco puede quedar sin subrayar como merece la actuación portentosa de ese prodigio de cantante y actor que es Fagioli, capaz de llegar con su voz a todo eso a lo que nadie más de entre los de su cuerda llegan nunca. Tengamos en cuenta un dato: el Poro del estreno romano de 1729 fue, ni más ni menos, que Carestini. Para muchos, el más grande castrato de la historia, por encima incluso de Farinelli. Pues bien, solo Fagioli está dotado de los medios y técnica necesarios para plasmar aquellas diabluras vocales que derrochaba Carestini en cada actuación. La caracterización del protervo Poro llevada a cabo por Fagioli es digna de figurar en los anales.
El resto del reparto (el sopranista Maayan Licht, como Alessandro, sustituyó a última hora al anunciado sopranista hondureño Alexander Orellana, baja por covid; el contratenor Nicholas Tamagna, en el rol del viejo, giboso y rijoso Timagene, y el tenor Stefan Sbonnick, como Gandarte) cumplieron más que sobradamente con las expectativas, aunque, obviamente, quedaron lejos del estratosférico nivel exhibido por Fagioli y De Sá.
Magnífica {oh!} Orkiestra, formación residente en esta tercera edición del Festival de Ópera Barroca de Bayreuth, dirigida con una energía arrolladora por la antes mencionada Pastuszka. Los que conocíamos a esta formación polaca por sus admirables grabaciones tendremos que admitir ahora que en directo suena todavía mejor. Bien, en el coro final, el Coro del Festival, reducido a solo seis integrantes. Y excelentes los actores británicos Nate Harter y Connor Powles, que tienen un cometido esencial con sus narraciones en el desarrollo de la ópera.
En resumen, una ópera barroca ‘como Dios manda’, nada que ver con esos disparates que se perpetran hoy en día. Cuando se cuenta con cantantes tan estupendos como estos, con una orquesta tan eficaz, con magníficos actores y bailarines, y con un director de escena que sabe de qué va la cosa y que es capaz de explicarlo convenientemente, de repente todo cobra sentido, y el Barroco brilla en su máximo esplendor.
Eduardo Torrico
(Fotos: Falk von Traubenberg)
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