BAYREUTH / La venganza del Holandés
Festival de Bayreuth. Festspielhaus. 14 – VIII – 2023. Richard Wagner: El Holandés errante. Michael Volle (Holandés), Elisabeth Teige (Senta), Georg Zeppenfeld (Daland), Tomislav Mužek (Erik), Nadine Weissmann (Mary), Attilio Glaser (Timonel). Coro y Orquesta titulares del Festival de Bayreuth. Dirección de coro: Eberhard Friedrich. Dirección de escena y escenografía: Dmitri Tcherniakov. Dirección musical: Oksana Lyniv.
El director de escena Dmitri Tcherniakov expulsa los fantasmas del Holandés errante de Wagner y escenifica sobre las tablas del Festspielhaus un drama de terror sin espectros, una ópera marinera sin mar ni mástil. Inventa una historia de fondo que se cuenta durante la obertura: de niño, el holandés ve cómo su madre tiene una relación secreta con Daland, el hombre más rico del pueblo. Cuando él la repudia, la expulsan de la comunidad, ella no puede aguantar la presión y se ahorca en el balcón de su casa en la mismísima plaza. Bajo sus pies colgantes está su hijo, el niño que más tarde se convierte en el Holandés Errante. Y un día vuelve… Había esperado mucho tiempo para llevar a cabo una venganza cruel, sangrienta y dulce. Se venga de todos, de un pueblo que al final arde en un espectacular incendio al tiempo que el Holandés cae abatido tras un inesperado disparo de Mary. Más que la narración de la leyenda del Holandés errante, condenado eternamente a vagar sin rumbo por los mares, el espectáculo parece un guión para una serie de suspense de Netflix. No tiene nada que ver la historia que nos cuenta Tcherniakov con el texto original de la obra. Pero esto ya es una constante a la que nos tiene acostumbrados el director moscovita.
A partir de tan forzada interpretación de la obra, una parte del respetable puede seguir el juego y comulgar con la inventada narración del controvertido regista o bien indignarse, como ocurre con una buena parte del vetusto y paciente público de Bayreuth que piensa que ya lo ha visto todo; pero siempre queda una vuelta de tuerca más que lo termina sacando de su lugar de confort, a pesar de la incomodidad de los asientos del sacrosanto templo wagneriano.
Sea como fuere, lo cierto es que Tcherniakov es un gran hombre de teatro, construye los personajes con una extraordinaria fuerza dramática y trabaja los movimientos del coro milimétricamente, otorgándole a cada uno de los coristas una individualidad y una libertad de acción extraordinarias. En este sentido, fue modélica la dirección coral del tercer acto durante la fiesta que los marineros ofrecen a la fantasmagórica tripulación extranjera, que en esta producción permanecen como meros espectadores, sin mover un músculo ni rechistar una palabra hasta que emiten las terroríficas carcajadas de los espectros (aunque aquí no lo sean).
Musicalmente la cosa funcionó mucho mejor gracias a la excelente labor de la directora Oksana Lyniv, que hizo su debut en Bayreuth con el estreno de esta producción en 2021, todavía en tiempos de pandemia y aún con las restricciones de rigor. Es necesario resaltar que Lyniv ha sido la primera mujer en la historia del Festival de Bayreuth que ha bajado al mítico foso, por el que ha desfilado la flor y nata de los directores wagnerianos en casi un siglo y medio de existencia. La ucraniana va al grano en todo momento, no se anda con experimentos baldíos como otros muchos colegas suyos y nos brinda una lectura enérgica, intensa y con una gran claridad de texturas. Controla muy bien las dinámicas de la partitura, cuida las medias voces y coordina de maravilla a los cantantes con los extraordinarios músicos del foso. Una vez más el coro del festival se erige en el gran protagonista con una potencia, afinación y empaste realmente increíbles. Merece la pena peregrinar hasta la colina sagrada de Bayreuth sólo para escuchar a sus fabulosas masas corales, que desde hace 23 años prepara con maestría Eberhard Friedrich, conocedor como pocos del sonido wagneriano, dada su dilatada experiencia, ya que empezó como director asistente en Bayreuth en 1993.
En el apartado vocal hay que destacar la excelencia de la soprano noruega Elisabeth Teige, a la que ya se había escuchado antes en Bayreuth como Freia y Gutrune en el Anillo del Nibelungo. El año pasado sustituyó a la soprano ucraniana Asmik Grigorian, que había estrenado con enorme éxito el papel de Senta en esta misma producción. Y ha sido precisamente aquí en este peliagudo rol donde ha alcanzado el olimpo wagneriano. La popular balada de Senta es un aria muy complicada de cantar pues alterna sonidos naturales como en “Johohoe” con una narrativa vocal llena de obstáculos que no obstante resolvió con una naturalidad pasmosa. Tanto Elisabeth Teige como Lisa Davidsen, que debutó en 2019 en Bayreuth con el actual Tannhäuser de Tobias Kratzer, son las dos nuevas aportaciones del Festival al mundo de la lírica y aseguran su futuro vocal.
El otro gran triunfador de la velada fue el veterano barítono bajo alemán Michael Volle, muy conocido, aplaudido y querido en Bayreuth, pues conserva una voz impresionante a sus 63 años. Pocas veces se ha escuchado en este teatro –y he asistido a las últimas seis producciones– un final del tercer acto tan apabullante como el protagonizado por Volle, que es capaz de irse hasta el Fa sostenido agudo o bajar dos octavas hasta el Fa sostenido grave con total naturalidad. Goza de una potencia vocal apabullante, de una forma de expresar muy sutil y de una presencia escénica impresionante. Por su parte, el Daland de Georg Zeppenfeld, pieza clave de la casa en los últimos años, estuvo un punto por debajo de sus posibilidades vocales, que son extraordinarias. Algo que no es de sorprender, pues este verano canta casi a diario alternando cuatro papeles: Hunding, Rey Marke, Daland y Gurnemanz. Con todo, el gran bajo alemán lució mucha clase y fue un modelo de agilidad y presencia escénica como Daland, especialmente en “Mögst du, mein Kind, den fremden Mann willkommen heißen”, cuando empareja al Holandés con Senta en una mezcla de cálculo mental e ingenuidad. Otra agradable sorpresa fue el joven tenor Tansel Akzeybek que cantó con gusto y buena entonación el agradecido y breve papel de Timonel. El tenor principal, que encarna al despechado Erik, estuvo muy bien interpretado por Tomislav Muzek, sobre todo en el acalorado dúo con Senta del último acto. Musek se ha curtido desde hace años en este teatro cantando los papeles de timonel tanto en Tristán e Isolda como en el Holandés errante; está bien que le den una oportunidad, pues está más que preparado para ello. Por último, Nadine Weissmann, otra de las voces habituales en los papeles secundarios de Bayreuth, cumplió sin más como Mary.
Al final hubo mucho éxito y el entregado público de Bayreuth dispensó más de diez minutos de encendidos aplausos con muchos bravos y sonoros pateos (aquí cuando se patea es porque ha gustado mucho) para Teige, Volle, Zeppenfeld y la directora musical Oksana Liniv. Y por supuesto para los coros, que tuvieron que saludar hasta en tres aperturas de telón. Los pocos abucheos que hubo fueron, ya a telón abierto, para la producción de Tcherniakov, que —como todos los directores de escena— solo saludó el día del estreno y donde al parecer se llevó lo suyo.
Antonio Moral