Basso di violino: el eslabón perdido del violonchelo
Estamos tan familiarizados con los instrumentos de cuerda que integran la orquesta convencional (violín, viola y violonchelo), que creemos que estos ya nacieron con su actual formato. Tan distorsionada imagen es particularmente llamativa en el caso del violonchelo, pese a la recuperación en los últimos años por parte de algunos lutieres de instrumentos a los que podríamos considerar sus hermanos mayores: el violoncello piccolo de cinco cuerdas (para el que se supone que Johann Sebastian Bach escribió su Sexta suite y del que algunos sostienen que no era otra cosa que la viola pomposa que citaba el propio Bach en alguno de sus escritos) y el violoncello da spalla (para el que, según afirman destacados intérpretes del mismo como Dmitry Badiarov, Sigiswald Kuijken o Ryo Terakado, Bach habría compuesto las seis mencionadas suites que hoy día estamos acostumbrados a escuchar tocadas con un violonchelo tradicional).
Sin embargo, casi nadie se acuerda del ancestro más directo del violonchelo: el basso di violino, algo así como el eslabón perdido en la familia de los instrumentos de cuerda frotada. El basso di violino se utilizaba en Italia a finales del siglo XVII como parte del bajo continuo de la orquesta; rara vez, como instrumento solista. Era de tamaño mayor al del actual violonchelo, estaba afinado un tono más bajo, tenía cuatro cuerdas (sol-do-Fa-Si), estaba desprovisto de trastes y precisaba de un arco que se sujetaba por abajo, como ocurre con el de la viola da gamba.
De la noche a la mañana, el basso di violino desapareció y dejó paso al violonchelo. O, mejor dicho, fue transformado en violonchelo: la mayor parte de ellos fueron reducidos de tamaño, acaso para que resultaran más cómodos de tocar. Algún tiempo más tarde, avanzado el siglo XIX, comprobamos que ocurriría lo mismo con algunos violonchelos (sobre todo, Stradivarius), cuyas cajas de resonancia eran recortadas considerablemente. No hay más que comparar los dos violonchelos Stradivarius que pertenecen a Patrimonio Nacional: el que forma parte del llamado Cuarteto Palatino es bastante más pequeño que su hermano, uno de los contadísimos violonchelos Stradivarius que han sobrevivido en su formato original.
Se dice que Francisco II de Este, duque de Módena, cuñado de Jacobo II de Inglaterra y gran mecenas de las artes, era un destacado intérprete del basso di violino, para que el que escribieron obras ad hoc compositores como Giovanni Battista Vitali o Giuseppe Colombi. Pero sin duda el más notable intérprete de basso di violino fue Giovanni Lorenzo Lulier, músicos desconocido hasta poco más de cinco o seis años, cuando empezaron a exhumarse algunas obras suyas. Lulier, sacertode y estrecho colaborador de Arcangelo Corelli en los tiempos en los que este dirigía la orquesta del cardenal Pamphili y, más tarde, la del cardenal Ottoboni, bien podría ser considerado español, pues, aunque nació (hacia 1660) y murió (el 29 de marzo de 1700) en Roma, su familia procedía de España. Lulier (que junto a Corelli y otro violinista, Fornari, formó durante muchos años un trío omnipresente en los grandes acontecimientos musicales que tuvieron lugar en Roma) era conocido como Giovannino del Violone, pues como violone eran denominados todos los instrumentos de un tamaño más o menos parecido que se empleaban en aquel momento, entre ellos el basso di violino y algunas violas da gamba.
Renato Criscuolo, al frente de su grupo, Mvsica Perdvta, se ha empeñado en devolver a la vida al basso di violino. En 2015, publicó un interesantísimo CD en el sello Urania con música para basso di violino de Vitali, Colombi y Lulier, y justo en estos días ha aparecido en Brilliant Classics un CD dedicado a otro virtuoso del basso di violino, Rocco Greco, el cual vivió en Nápoles durante la segunda mitad del siglo XVII.
Evidentemente, las propuestas de Criscuolo tienen mucho de especulativas, desde el momento que no ha llegado hasta nuestros días ningún basso di violino original. Los existentes son réplicas basadas en iconografía y tratados de la época, que han sido elaboradas por los lutieres Marco Salerno y Roberto Caravella. Pero no deja de ser un proyecto encomiable, a la vez que musicalmente interesante. ¶
Eduardo Torrico