BASILEA / ‘Al gran sole’ de Luigi Nono: una rareza ‘engagée’
Basel. Theater Basel. 16-X-2019. Luigi Nono, Al gran sole carico d’amore. Sara Hershkowitz, Cathrin Lange, Sarah Brady, Kristina Stanek. Rainelle Krause, Domen Križaj. Director musical: Jonathan Stockhammer. Director de escena: Sebastian Baumgarten.
Apuesta arriesgada la del Theater Basel para inaugurar su temporada operística: ofrecer hasta ocho funciones de Al gran sole carico d’amore, de Luigi Nono, constituye, sin duda, un ejercicio valiente de programación, más si tenemos en cuenta tanto la reducida presencia del compositor italiano en la escena internacional como la naturaleza particular del título escogido, apenas repuesto desde su presentación en el Festival de Salzburgo de 2009 y que se brindaba como estreno en Suiza. Pasadas, eso sí, más de cuatro décadas de su primera audición absoluta en 1975, que hasta nos parecen pocas si atendemos a que, salvo error u omisión, es obra aún inédita para los escenarios españoles.
Por mucho que puedan acogerse con una sonrisa escéptica los referentes explícitos de esta “acción escénica” –el comunismo soviético, Cuba o Vietnam resultan hoy tan vintage…– , no es menos cierto que su audición llama a un ejercicio que habría de ir más allá de la mera “arqueología de la vanguardia”. Si nos atenemos al trasfondo de reivindicación socializadora y feminista que el autor veneciano, a punto ya de internarse en horizontes simbólicos menos ideologizados, proponía en la arquitectura dramática de la obra, su actualidad se acrecienta; y la cerrada ovación final de la audiencia –tras el poco más que tibio aplauso del entreacto– pareció confirmar esa facultad interpelativa actual, por más que la propuesta escénica no explicitara esa vigencia, salvo en algunos momentos del entorno videográfico con que se trataron de “amenizar” las partes sonoras puramente electroacústicas, difundidas sin particular capacidad envolvente.
Aunque sobrecargada de información textual en su primer tramo –en innecesario añadido a un de por sí profuso y heterogéneo libreto– y con una figura actoral femenina, a manera de “moderador”, menos útil que molesta, sí resolvió Sebastian Baumgarten con acierto el movimiento escénico de la masa coral “revolucionaria”, gran protagonista de la ópera, y supo aprovechar algunos tópicos visuales pop y de caracterización guiñolesca de los personajes “burgueses” (ergo, negativos). Todo ello en un contexto escénico proporcionado por Janina Audick de simple eficacia: una mutilada escultura femenina monumental en el acto primero y un torreón de vigilancia industrial en el segundo, que respondía por igual al entorno fabril ruso prerrevolucionario y al italiano del fascismo pleno antes de culminar en la impactante y contradictoria imagen de la anhelada victoria (“Sieg”) socialista aplastando literalmente a la sufrida masa proletaria.
La interpretación, por su parte, estuvo a la altura de una música compleja y, en su parte vocal, de endiablada escritura, salvo en algunos momentos más líricos del acto segundo guiados por el universo lírico de Pavese que en él aflora; mención destacada merecen el cuarteto femenino que encarnó, sucesivamente, los personajes de Louise Michel y de Deola, en especial la esforzada primera soprano (Sarah Hershkowitz), el espléndido trabajo de los coros estables y una Sinfonieorchester basiliense con metales y percusión en acabado relieve, bajo la experimentada dirección de Jonathan Stockhammer.
Germán Gan Quesada