BARCELONA / Una gran ‘Pasión según San Mateo’ a cargo de Raphaël Pichon
Barcelona. Palau de la Música Catalana. 25-III-2021. Ciclo Palau Bach. Julien Prégardien, Evangelista. Stéphane Dégout, Jesús. Hana Blažiková, soprano 1. Lucile Richardot, contralto 1. Reinoud van Michelen tenor 1. Pygmalion. Director: Raphaël Pichon. Bach, Pasión según San Mateo.
Raphaël Pichon ya tenía a sus espaldas una sólida carrera como contratenor cuando en 2006 fundó el conjunto Pygmalion, reuniendo una orquesta con instrumentos originales y un coro. El resultado, a juzgar por lo que escuchamos en el Palau, es excelente, pues excelente fue su versión de la inmarcesible Pasión según San Mateo de Bach. Como otras —pocas— obras excelsas, el análisis y comentario de lo que significa la Pasión, su inserción en la tradición cultural, religiosa —concretamente pietista— y antropológica que arranca del propio Lutero, y su renovación de esta ha merecido ríos de tinta. Y se comprende. No podemos decir algo así como “vamos a fijarnos solo en la música”. O sí podemos, a riesgo de perder el significado de la obra. Pero la música es, el soporte de todo esto, el espíritu que alienta y renueva aquella tradición. Por medio de ella se propuso Bach la alabanza de Dios y la edificación de los fieles.
Esta música la dirigió Pichon de una manera eficaz y sobria, por lo que hace a la concepción general de la obra, con una técnica precisa y en momentos refinadamente atenta a las atmósferas distintas de los diversos pasajes o roles de la obra, desde los recitativos del Evangelista y las palabras de Jesús —ipsissima verba— hasta los piadosos corales de la comunidad, pasando por las ricas intervenciones de los coloridos instrumentos –oboes, oboes d’amore y da caccia, flautas, flautas de pico, viola da gamba— hasta los grandes coros y las intervenciones, recitativos y arias, de las voces solistas. Pichon cuidó el detalle de una manera especial, dirigió y matizó gestualmente los recitativos, incluso el continuo. Su versión huyó de solemnidad a la romántica y fue ágil y con tempi a veces ligeros (beneficiaron curiosamente la severa introducción orquestal), pero dejó sentir la profundidad del patetismo y la serenidad de las arias consoladoras. Coro y orquesta dieron un buen ejemplo de la búsqueda de la interpretación original (con las reservas con las que, empezando por la gran sala de conciertos ‘mundana’, se pueden reconstruir la materia y el espíritu de ese inasible ‘original’).
No es frecuente que podamos referirnos en términos absolutos a ‘lo mejor del concierto’, sobre todo cuando se trata de una partitura tan compleja y rica como la Pasión. Aquí me atrevo a hacerlo: fue la intervención del tenor Julian Prégardien en el papel de Evangelista. Pocas veces hemos oído unos recitativos tan maravillosamente interpretados, una dramatización del texto, con la sola voz, tan elocuente, desde la exclamación hasta el susurro. Encandiló y conmocionó. El bajo Stépahne Degout, en el papel de Jesús, estuvo acertado en el estilo y la manera, su voz es correcta, mejor en ese papel que en algún aria de bajo que también cantó. Entre las solistas femeninas destacó la soprano de arias Hana Blažikova, y la contralto de arias —en una de ellas sustituida por un contratenor, no sabemos con qué criterio— Lucile Richardot, esta última con una tendencia hacia el pito, especialmente en los agudos. Convincente de técnica y estilo el tenor de arias Reinoud Van Mechelen.
De acuerdo con lo que viene siendo práctica —discutible— en la interpretación de la música antigua, las voces solistas pertenecían al coro, del cual se destacaban para cantar sus partes. Igualmente, no hubo ripieno confiado al coro de niños, que fue sustituido por cuatro sopranos del coro, también adelantadas al conjunto de este. Cabe apresurarse a decir que todas estas práctica en absoluto perjudicaron, esta vez, al alto nivel de la representación.
José Luis Vidal