BARCELONA / Un ‘Wozzeck’ sensacional en un Liceu con muchas butacas vacías
Barcelona. Gran Teatre del Liceu. 30-V-2022. Berg: Wozzeck. Mathias Goerne, Annemarie Kremer, Torsten Kerl, Mikeldi Atxalandabaso, Peter Rose, Beñat Egiarte, Rinat Shaham, Peter Tantsits. Coro Vivaldi-IPSI. Petits Cantors de Catalunya. Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Director musical: Josep Pons. Director de escena: William Kentridge.
Tras el éxito del War Requiem de Benjamin Britten y Pelléas et Mélisande de Claude Debussy, Josep Pons se anota el mayor logro artístico de la temporada del Gran Teatre del Liceu con una versión del genial Wozzeck de Alban Berg absolutamente mágica. La producción del Festival de Salzburgo estrenada hace un lustro y firmada escénicamente por el artista plástico sudafricano William Kentridge (Johannesburgo, 1955) es en sí misma una obra maestra, de una potencia visual que atrapa al espectador con una fuerza tan intensa como la que Pons logra en el foso del coliseo lírico de la Rambla.
La orquesta es un volcán de emociones y la tensión dramática jamás decae en una lectura precisa, detallista y brillante que recrea la atmósfera justa de cada uno de los tres actos y quince escenas que Berg construye con una ciencia y un genio musical revolucionario. Es una de las óperas más perfectas y difíciles del repertorio, un reto que la orquesta del Liceu supera con una concentración y una entrega absolutas. Pons, especialmente brillante en el repertorio del siglo XX, no deja cabos sueltos en una versión de admirable fluidez dramática y belleza expresiva que muestra la riqueza de elementos internos perfectos que Berg pone al servicio de la expresión dramática.
Kentridge sitúa la acción de la tragedia inconclusa de Georg Büchner en la gran guerra y plasma el absurdo, la miseria, la crueldad y la violencia en un escenario único. La escenografía de Sabine Theunissn es sensacional, un paisaje bombardeado —resulta imposible olvidar la masacre que sufre Ucrania a diario contemplando la maquinaria de guerra— tan desolador como la tragedia y el tormento mental que sufre Wozzeck. La galería de recursos es abrumadora —proyecciones, dibujos al carboncillo, fotografía, planos, colores sombríos en los cielos— en una pintura que subraya la deshumanización creciente que destruye al pobre soldado. El codirector de escena Luc de Wit ha sido el responsable del estreno liceísta de este gran montaje.
Matthias Goerne es un Wozzeck de asombrosos matices, con una paleta vocal y una presencia escénica de extraordinaria intensidad. El gran barítono alemán, que ya triunfó en el montaje escénico del War Requiem, se supera a sí mismo en la que es, sin duda, la mejor actuación vista esta temporada en el Liceu. La soprano Annemarie Kremer da vida a una Marie de conmovedores acentos líricos, pero también combativa en la búsqueda de su felicidad. Sus escenas junto a su hijo —una marioneta fascinante manejada con maestría—, se quedan grabadas en la memoria del espectador.
Fantásticos por plenitud vocal y acierto teatral los tenores Torsten Kerl y Mikeldi Atxalandabaso como Tambor Mayor y Capitán, respectivamente, con un brillo vocal mucho mayor que el sólido Doctor del bajo-barítono Peter Rose. A gran nivel el tenor Beñat Egiarte (El loco) y Rinat Shaham (Margret) en un reparto sin fisuras, y notable la actuación del Cor Vivaldi, el coro del Liceu y el conjunto de músico de escena.
Éxito artístico grande —el teatro dedica las funciones a la grandísima e inolvidable Teresa Berganza— pero poco público, y eso que el Liceu se empleó a fondo rebajando el precio de las localidades y lanzando promociones de última hora. La situación no es nueva y refleja una vez más la cruda realidad que vive la ópera en Barcelona.
Xavier Parera
(Foto: Ruth Walz)