BARCELONA / Un severo Sibelius y un (justamente) teatral Chaikovski
Barcelona. Palau de la Música Catalana. 19-XI-2023.Franz Schubert Filharmonia; Soyoung Yoon, violín; Krzysztof Urbański, director. Obras de Sibelius y Chaikovski.
Reciente su éxito en el Carnegie Hall de Nueva York, la Franz Schubert Filharmonia ha vuelto a su habitual sede barcelonesa, el Palau de la Música Catalana con un programa –Concierto para violín y orquesta de Sibelius y Cuarta Sinfonía de Chaikovski– que a primera vista suena de lo más convencional; a primera vista, sí, pero su audición nos dejó con una sensación potente gracias a la técnica y la personalidad tanto de la solista del concierto, la violinista coreana Soyoung Yoon, como del director, el polaco Krysztof Urbański.
El concierto de Sibelius parecía especialmente adaptado a las cualidades de la solista, a saber, una técnica impecable que al mismo tiempo rechazaba todo virtuosismo gratuito y, en lugar de este, una comprensión profunda que se manifestó por una expresión sobria y calculada. Ya desde el primer momento –la solista entra la primera sobre un trémolo de las cuerdas para en seguida abordar una pequeña cadencia tan brillante como inesperada en este lugar– Yoon impuso su sonido puro, su afinación perfecta y una exquisita gradación de la intensidad tanto en los poderosos graves como en los pianísimos –casi fiatos, diríamos. Esas cualidades brillaron especialmente en la verdadera gran cadencia, en el centro de este complejo primer movimiento y, por contraste con este Allegro, en el lirismo melódico del Adagio. En todo momento la versión de la obra respiró complicidad y concertación entre la solista y el director Urbański, quien acertó especialmente en el Finale, al imprimir al movimiento un acompañamiento rítmico de una deliberada monotonía para conseguir casi un ostinato sobre el que la solista desgranó su parte.
La cierta severidad del concierto de Sibelius contrastó con el carácter dramático y agitado de la Cuarta sinfonía de Chaikovski, carácter que puso especialmente de relieve la dirección de Krzysztof Urbański. Su gesto es máximamente expresivo, amplio y de gran elegancia –a propósito de esta última, nunca habíamos visto hasta ahora que el director se bajase del podio durante la cadencia de la solista y adoptara una actitud de escucha atenta. Todo un gesto. Parecería que en la gestualidad del director polaco hubiera algo de excesivamente teatral, pero solo en apariencia porque los excelente resultados obtenidos de la orquesta –por cierto, atenta esta y dúctil a las claras indicaciones de la batuta– avalaron sin duda su versión. Por lo demás teatral es en sí mismo, así lo quiso Chaikovski, el tremendo comienzo de la sinfonía con el tema clamorosamente expuesto por los metales y acertada fue la energía y resolución con que lo abordó el director, como lo fue su versión del Andante con fuoco final, en el que acertó a expresar la estilización sabia y alegre de una canción popular rusa antes de que el tema fatal que abría la sinfonía apareciera cerrándola en una composición cíclica. Pero el mismo Urbański había dirigido con delicadeza el melódico Andantino y vertido con refinamiento sobre el contrapunto de las cuerdas la melodía confiada al oboe y retomada por el violoncelo y finalmente por el fagot. En suma, una versión expresiva y elocuente y tan teatral como lo es la partitura.
José Luis Vidal