BARCELONA / Un ‘Ariodante memorable’, con un excelso Franco Fagioli
Barcelona. Palau de la Música Catalana. 3-XI-2022. Haendel: Ariodante. Franco Fagioli, Melissa Petit, Sarah Gilford, Luciana Mancini, Nicholas Phan, Alex Rosen. Il Pomo d’Oro. Director: George Petrou.
Apoteósico triunfo de Franco Fagioli junto a un destacado elenco vocal y al brillante trabajo de Il Pomo d’Oro, dirigido por George Petrou, en la versión de concierto del Ariodante de Haendel que ha tenido lugar en el Palau, dentro de la gira que los llevará también a Essen, París y La Coruña. El público quedó prendado, como en el recital ofrecido por el contratenor el pasado mes de enero, con su voz de ensueño, sus agilidades, su sensibilidad, su dominio del fiato, su legato conmovedor y ese consabido sinfín de recursos expresivos que el contratenor fue desgranando a lo largo del concierto y que alcanzó su punto culminante en la sublime aria Scherza infida.
Pero, vayamos por partes. Esta ópera, con libreto basado en Ginevra, principessa di Scozia de Antonio Salvi, libre recreación texto de los cantos IV-VI del Orlando furioso de Ludovico Ariosto, posee infinidad de aspectos vinculados a las óperas serias con sus arias da capo e, incluso, con divertissements propios de la tragedia francesa. Una ópera en la que la trama urdida por Polinesso para truncar el amor entre Ariodante y Ginevra, princesa y heredera al trono de Escocia, finalmente fracasará.
Ya desde la obertura, una formación tan versada en óperas haendelianas como es Il Pomo d’Oro desgranó multitud de matices, gusto por el contraste y agilidades instrumentales, siempre con unos tempi tendentes a la rapidez, que a lo largo de la ópera favorecieron enormemente al elenco vocal. Petrou mantuvo el pulso musical sin conceder, recitativos incluidos, un instante de relajamiento expresivo. Crear esta atmósfera instrumental resultó clave para que los solistas desplegaran sus habilidades y una absoluta implicación en lo expresivo.
La soprano Melissa Petit encarnó a Ginevra y ya desde la cavatina Vezzi, lusinghe destapó sus virtudes vocales con un refinado legato, alcanzando momentos brillantísimos en las agilidades que contiene el aria Volate, amori. Voz amplia pero, ante todo, destacada por lo diáfano en el registro agudo, Petit mostró delicadeza y dominio del fiato en una dramática versión de Il mio crudel martoro. Su bravura tuvo el punto culminante en el bellísimo duo Bramo aver mulle vite, en el que su voz se fundió con exactitud con las agilidades desplegadas por Fagioli.
Sarah Gilford se adentró maravillosamente en el rol de Dalinda, la dama de Ginevra secretamente enamorada de Polinesso. Tremendamente expresiva, tanto en lo vocal como en lo actoral, y con un color que la hace especialmente adecuada para roles mozartianos como los de Dorabella o Susanna, Gilford fue de menos a más, desplegando todo el sentido de la traición en una trepidante versión de Neghitossi or voi che fate? Bravísima en la proyección de los forti, así como en la dicción, pese a la vivacidad de tempi imprimidos por Petrou.
Eficiente, como siempre, Luciana Mancini, de dicción impoluta, segura en una bellísima tesitura de mezzosoprano, reservó lo mejor para su aria de bravura Se l‘inganno sortisce felice. Destacó por su amplia proyección vocal, su seguridad técnica, su gama de colores oscuros en los graves y su tremenda ágil en el registro agudo. Mancini conoce todos los pormenores de la interpretación vocal de la música antigua, desde Cesti, Monteverdi, Cavalli a Haendel, lo que le permitió bordar el rol de Polinesso.
Majestuosa la voz de Alex Rosen: amplia y contundente, brilló por la fortaleza de sus graves en el aria del primer acto Voli co’ la sua tromba. Nicholas Phan, como Lurcanio (hermano de Ariodante), fue de menos a más, acomodando su bellísimo registro central a una aria exigente aria como Il tuo sangue, ed il tuo zelo, con una exposición de variedad de dinámicas y de agilidades que fueron ofrecidas con enorme seguridad técnica.
Pero quien acaparó todas las miradas, quien nos dejó sin calificativos una vez más, fue ese fenómeno vocal llamado Franco Fagioli. De todos es conocido su talento único, su genio canoro inconmensurable. Es una estrella que brilla de manera especial dentro de esa constelación de contratenores integrada por Mehta, Sabata, Orlinski, De Sá o Jaroussky. El suyo fue un Ariodante de una belleza vocal inconmensurable. La interpretación ofrecida por el cantante argentino en el Palau superó lo inimaginable. Salió al escenario con mirada altiva, con un dominio de la escena absoluto y siempre cantó con una naturalidad pasmosa, ajeno a las dificultades que entraña el papel. Deslumbró su aria Con l’ali di costanza. La seguridad en las coloraturas, su fiato, la regularidad mantenida a lo largo de la tesitura, su amplitud de proyección y su musicalidad concurrieron en esta aria di bravura, cuyo da capo fue un verdadero castillo de fuego de artificios vocales. Deslumbró, asimismo, en el aria Dopo notte, cantada con energía y pasión (otra eclosión de virtuosismo vocal). Pero, rizando el rizo, donde la sublimidad de su canto alcanzó el cénit fue con Scherza infida. La conjunción con director y orquesta fue absoluta, sirviéndole estos un acompañamiento preciosista, sembrado de legatos eternos. Fagioli llevó el canto de Haendel al extremo. Sus coloraturas resultaron inverosímiles; sus pianissimi, cristalinos; la dulzura de su canto, incomparable…
Lluís Trullén