BARCELONA / ‘Turandot’ en el Liceu: lujo en la escena y poca emoción pucciniana en el foso
Barcelona. Gran Teatre del Liceu. 26-XI y 3-XII-2023. Elena Pankratova/Ekaterina Semenchuk, Michael Fabiano/Martin Muehle, Vannina Santoni, Marko Mimica/Adam Palka, Siegfried Jerusalem/Raúl Giménez, Manel Esteve, Moisés Marín, Antoni Lliteres, David Lagares. Dirección musical: Alondra de la Parra. Dirección de escena: Núria Espert. Reposición: Bárbara Lluch. Giacomo Puccini: Turandot.
Con la reposición del montaje de Turandot con dirección escénica de Núria Espert, el Gran Teatre del Liceu ha obtenido el mayor éxito de público en lo que va de temporada, con la sala abarrotada en todas sus funciones. Se estrenó hace 24 años, en la emocionante velada inaugural del nuevo teatro que dejó atrás años duros tras el pavoroso incendio, la compleja reconstrucción y la actividad artística en otros escenarios barceloneses. Levantó mucha polémica el suicidio de la princesa Turandot como inesperado final teatral, concebido por Espert a modo de reivindicación feminista para trastocar ese final feliz que, ciertamente, es el momento dramatúrgico y musical más endeble de la inacabada ópera de Giacomo Puccini completada por Franco Alfano. Bárbara Lluch, nieta de Núria Espert y directora de la reposición, recupera el happy end en la nueva andadura liceísta de este superamortizado montaje, con decorados monumentales del desaparecido Ezio Frigerio, lujoso vestuario de Franca Squarciapino y maravillosa iluminación de Vinicio Cheli.
Probablemente, cuando el Liceu vuelva a programar esta ópera, optará por la galáctica producción de Franc Aleu estrenada hace cuatro años, aunque en cuestión de adeptos, a juzgar por los aplausos del público, la tradicional lectura de Espert gana por goleada.
En su debut operístico barcelonés, la directora Alondra de la Parra, muy aplaudida por el público, ha mostrado poca experiencia en el género, con altibajos en la concertación –el coro las ha pasado canutas para cuadrar algunas escenas– y más decibelios en la orquesta que intensidad dramática. Eso sí, en su lectura orquestal hay detalles de gran refinamiento tímbrico y belleza sonora, pero la ópera –y Puccini en especial– necesita dinámicas más ajustadas, un acompañamiento de las voces más flexible y mucho más nervio teatral.
En los repartos, cabe hablar de buen nivel, pero sin actuaciones verdaderamente memorables. Elena Pankratova impresionó por la potencia de sus medios en 2019, en la versión concertante que protagonizó en el Auditori de Barcelona, en la temporada de la OBC, bajo la batuta de Kazushi Ono. Sigue siendo una notable y muy experimentada Turandot, un tanto fría en lo expresivo pero solvente en los agudos y con gran fuerza en el dúo final junto a Michael Fabiano, un muy lírico y musical Calaf, de cuidado fraseo. En el segundo reparto, impresionó la energía y el brillo en los agudos de Ekaterina Semenchuk, en el rol titular y el bravo Calaf de Martin Muehle, de tintes mucho más heroicos y agudos bien proyectados. Optó, con éxito, por la vibrante puntatura de Ti voglio ardente d´amor, a la que renunció Fabiano. Por cierto, a pesar del buen nivel, ninguno de los dos tenores levantó aplausos con el Nessun dorma.
Vannina Santoni –mejor en la función del 3 de diciembre que en la velada inaugural– ofreció una Liù de cálido lirismo, con limpios pianísimos que dieron gran emoción a su interpretación de Tu che di gel sei cinta. Marko Mimica dio vida a un Timur de nobles acentos, con una voz bien proyectada; su colega Adam Palka, brindó un sonoro Timur, pero con matices menos sutiles. Manuel Esteve fue un Ping tan excelente en recursos vocales como en relieve teatral, junto a los notables Pang y Pong a cargo respectivamente de Moisés Marín y Antoni Lliteres. La elegancia y salud vocal de Raúl Giménez dieron más alegrías en el papel de Emperador que la débil prestación de Siegfried Jerusalem. El espléndido Mandarín de David Lagares y las solventes intervenciones de José Luis Casanova y Carlos Cremades (Voz del príncipe de Persia) completaron con acierto el reparto.
A pesar de algunos desajustes en la primera función, la respuesta del Coro del Gran Teatre del Liceu y el Cor Infantil del Orfeó Català fue brillante bajo la enérgica dirección de Alondra de la Parra.
Javier Pérez Senz
(fotos: A. Bofill)