BARCELONA / La OBC salda con éxito su monográfico dedicado a Grieg
Barcelona. Auditori. 13-XI-2021. Marie-Ange Nguci, piano. Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC). Directora: Tabita Berglund. Obras de Grieg.
El concierto dedicado a Grieg, con un póquer de mujeres integrado por la directora Tabita Berglund, la pianista Marie-Ange Nguci, la concertino invitada Gergana Gergova y Jaha Lee como concertino asociada, logró convencer al público en una maratoniana sesión dedicada a algunas de las composiciones más conocidas del compositor noruego. Las dos suites de Peer Gynt, precedidas de la Suite Lírica op. 54 y el siempre delicioso Concierto para piano en La menor, son un sugestivo reclamo. Y en esta semana tan relevante para la OBC, conocedora de que Ludovic Marlot relevará a Kazushi Ono al frente de su titularidad, pareció querer entregarse de un modo muy especial ante Berglund, una directora que transmite pasión y entrega absoluta en unas obras que destilan melancolía, misterio, sonidos propios de una naturaleza fría e infinita fuente de inspiración para la riqueza de un folclore nórdico inseparable a la dramaturgia de Ibsen o a la música del propio Grieg.
Uno de los lemas de Berglund, la joven maestra que ha tenido una ascensión meteórica en su país, es el de “convertirse en una directora de orquesta con la que me hubiera gustado tocar”. Ella ha nacido en plena naturaleza junto a las montañas noruegas, fue de inspiración también para ella. Y la orquesta ha sabido responder a esa atmósfera de la seductora melodía del Nocturno de la Suite Lírica y a la satírica Marcha de los enanos, rotunda, brillante y elocuentemente transmitida por la Berglund.
Había curiosidad por comprobar cómo la joven pianista franco-albanesa Marie-Ange Nguci respondía ante una golosina como el Concierto para piano de Grieg, Esta pianista, que atesora premios internacionales desde 2011 y que en 2016, a sus 18 años, se convirtió en la candidata más joven en ser admitida en un doctorado en artes musicales de la City University de Nueva York, posee virtudes incuestionables, pero también algunos inconvenientes que, a buen seguro, pulirá en un futuro. Su sonido es majestuoso y brillante, ideal para desgranar con refinamiento el siempre delicioso tiempo lento del concierto, una de las joyas de la literatura concertística para piano. Buscó sutilezas, efectos, se desenvolvió bien ante los arpegios de la cadenza del primer movimiento… Pero su técnica —vertiginosa e infalible en algunos ataques densos y robustos— se antepuso a la sugestiva sensibilidad que desprende esta obra clave de la escuela de piano nacionalista. Nguci sedujo más por su técnica que por una expresividad que sin lugar a duda atesora, pero que no sacó a relucir en toda su plenitud.
La orquesta nos trasladó minutos después a la simbiosis entre Ibsen y Grieg descrita en las dos suites del Peer Gynt. La gozosa Canción de Solveig, la música incidental que deslumbra en La mañana, la desolada música que acompaña La muerte de Aase, el acelerando impetuoso de En la cueva del rey de Anitra… melodías de un atractivo reclamo interpretativo que, en esta ocasión, bajo las órdenes de Berglund, nos condujeron plenamente a un mundo sugestivo con una versión rotunda y de un sonido por momentos excesivamente enfatizado. Un buen concierto de una OBC, que disfrutó tocando Grieg y, más aún, con la motivación de actuar ante un Auditori que presentó una magnífica entrada.
Cabría cuestionarse la razón por la que en un concierto de la temporada de la OBC integrado por obras de Adès, Liszt y Poulenc cosechara en la noche del viernes 5 de noviembre una de las entradas más pobres de la temporada y en un programa monográficamente dedicado a Grieg resultara difícil localizar tan sólo ocho días después una localidad vacía en la platea y el anfiteatro del Auditori.
Lluís Trullén