BARCELONA / La OBC explora tres siglos de música
Barcelona. L’Auditori. 8-III-2024. OBC; Augustin Hadelich, violín. Ludovic Morlot, director. Obras de Saladrigues, Britten y Brahms.
Una obra rigurosamente contemporánea (2024), otra, del siglo XX (1938-1939), otra, culmen del sinfonismo romántico (1885): ese era el sugestivo panorama cronológico del concierto de la OBC. El concierto comenzó, con el estreno mundial de Utopía, obra encargo del Auditori, escrita por el compositor catalán Oriol Saladrigues “especializado en nuevas tecnologías aplicadas a la creación”, según nota del programa (que no es de mano, ni una hojita de papel). Utopía es algo así como un “work in progress” que constará en su versión definitiva de treinta y tres movimientos, seis de los cuales configuraron el estreno. Se trata de seis muy cortas piezas, muy breves y de muy distinta inspiración. La versión que el director titular de la OBC, Ludovic Morlot, ofreció de la obra, en la que brillaron en especial los vientos y la muy nutrida percusión, fue clara y agradable de escuchar.
Benjamin Britten escuchó el estreno póstumo del Concierto para violín y orquesta de Alban Berg en Barcelona, el 16 de abril de 1936. Según propia confesión quedó profundamente impresionado. Y esa impresión deja su huella en su propio Concierto para violín y orquesta, op. 15 que, por otra parte, rinde tributo al inmarcesible concierto de violín de Beethoven, al comenzar con un motivo de cinco notas tocadas por el timbal, una reminiscencia del comienzo del concierto de Beethoven. La parte solista de la obra de Britten corrió a cargo de Augustin Hadelich quien dio, junto con la orquesta, una versión excelente de la obra. Su sonido puro, su deslumbrante técnica y su versatilidad se mostraron desde su interpretación del tema inicial, expuesto con un refinado dolcissimo (sobre unas intervenciones destacables de arpa y flauta), hasta la del mismo segundo tema del movimiento, con un agitato vigorosamente tocado sobre las maderas. Brillantez y virtuosismo caracterizaron también su interpretación del Vivace, en especial de la cadencia que lo culmina y que enlaza con el siguiente movimiento. Es este un Andante que empieza también con un tema a cargo del solista que recuerda el tema inicial de la obra. En seguida tres trombones introducen el motivo fugado de la passacaglia final. Solista y orquesta –Morlot como atento concertador– desarrollaron las nueve variaciones de que se compone el movimiento, en cuya versión Hadelich lució musicalidad y virtuosismo excelentes.
También una passacaglia (aunque Brahms prefirió denominarla chacona) estructura formalmente el último movimiento de la Cuarta sinfonía de Brahms, estrenada bajo la dirección del propio compositor en Meiningen en 1885. Y ese cuarto movimiento fue lo mejor de la versión de Morlot con la OBC. El movimiento inicial había quedado un poco plano, sin conseguir esa ansiedad que debería desprenderse de esas células simétricas de dos notas que alternan intervalos de tercia y sexta. La versión fue ganando en solidez hasta llegar a la enunciación por los vientos del tema inicial del cuarto movimiento, una coral que Morlot dirigió con muy adecuada prosopopeya. A partir de aquí las treinta y tres variaciones que constituyen el movimiento fueron vertidas sacando adecuado partido del contrapunto con que están construidas y la riqueza de su instrumentación.
José Luis Vidal