BARCELONA / Isata Kanneh-Mason y Anja Bihlmaier encandilan el Auditori

Barcelona. L’ Auditori. 24-03-2023. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC). Isata Kanneh-Mason, piano. Anja Bihlmaier, dirección. Obras de Prokófiev, Shostakóvich
La máscara política de la música soviética fue el título escogido para presentar la nueva propuesta inscrita dentro de la temporada de conciertos de la OBC. La pianista Isata Kanneh-Mason y la directora alemana Anja Bihlmaier, de nuevo invitada para ponerse al mando de la orquesta, afrontaron el Concierto para piano n.3 de Prokófiev y la Sinfonía n.10 op.93 de Shostakóvich, un programa de campanillas que atrajo numerosísimo público al Auditori y que a nivel interpretativo dejó más luces que sombras.
Kanneh-Mason afrontó el siempre exigente Concierto para piano n.3 de Prokófiev haciendo gala de dos de sus bazas interpretativas más remarcables: el dominio total de la articulación y un sentido del ritmo que fluye por sus venas con la más absoluta naturalidad. Tomando como referencia las históricas versiones de Argerich con Dutoit o de Toradze con Gergiev, la potencia de sus martilleados en el primer movimiento o la secuencia arpegiada del Andantino con variaciones dista en explosividad y fulgor de la versión más comedida propuesta por Kanneh-Mason. La pianista británica suple los volúmenes estentóreos con un pianismo prístino en los dibujos ornamentales; su virtuosismo emergió tanto en los unísonos realizados con ambas manos como en la ejecución de las octavas quebradas tan características del tema en variaciones. Dibujó un Prokófiev intenso, multicolor, imaginativo, dotado de la misma precisión que había impregnado su versión discográfica de la Sonata de Barber y por encima de todo con la valentía admirable que le otorga el espíritu de su juventud. Por su parte, la OBC acompañó magníficamente -pese a caer en algún exceso volumen- bajo dirección de Bihlmaier. Con la música del primer Preludio de Gershwin, la joven pianista terminó por ganarse a un público rendido ante un talento que, como el de su hermano Sheku, ha traído un soplo de aire nuevo a la interpretación de la música clásica.
Entre la composición de la Novena y la creación de la Décima, el formalista Shostakóvich se mantuvo apartado ocho años del género sinfónico. Hubo de esperar a la muerte del dictador para acometer una nueva sinfonía que además trata del propio Stalin, como explica el propio autor en sus cuestionadas Memorias elaboradas por Volkov. En la monumental partitura emerge e irrumpe una y otra vez el motivo musical DSCH, impregnando la obra de un carácter autobiográfico y un sentimiento trágico. Se trata de una música que debe moverse entre lo enigmático, lo desgarrador y el retrato directo de la inhumanidad representada por la figura de Stalin, hasta desembocar en el desenfreno que inunda el contundente final. La dirección de Bihlmaier, ante una OBC en la que brilló una espléndida y precisa sección de cuerdas, optó por un enfoque vehemente y visceral, rotundo y explosivo, descuidando tal vez los delicados matices y la creación de ciertas atmósferas oníricas, como la que introduce el tema de la trompa del Allegretto. Una dirección técnicamente impecable abocada a la contundencia, a la bravura para una Décima desenfrenada.
Lluís Trullén
Foto: May Zircus