BARCELONA / Intimidad y devoción por la música en el homenaje liceísta a Victoria de los Ángeles
Barcelona. Gran Teatre del Liceu. 7-XI-2023. Maria Agresta, Louise Adler, Sarah Connolly, Joyce DiDonato, Juliana Grigoryan, Sabina Puértolas, Helena Ressurreição, Fatma Said, Iréne Theorin y Marina Viotti. Julius Drake, piano. Orquestra Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dirección musical: Lucas Macías Navarro. Dirección de escena: Vincent Hughet. Gala centenario Victoria de los Ángeles.
Iniciar la gala de homenaje a Victoria de los Ángeles en el año de su centenario con uno de sus lieder schubertianos favoritos, An die Musik, a cargo de la gran mezzosoprano británica Sarah Connolly y el pianista también británico Julius Drake, marcó el tono de sobriedad y devoción a la música que, sin duda, habría complacido a la genial soprano catalana. Acto seguido, en esa atmósfera de intimidad, la mezzosoprano portuguesa Helena Ressurreição y el guitarrista argentino Bernardo Rambeaud interpretaron con exquisita musicalidad Ai, que linda moça, de Ernesto Halffter, la última canción que Victoria cantó en el Gran Teatre del Liceu. Así daba comienzo el viaje sentimental que recorría la trayectoria artística de la gran artista en un concierto organizado por el coliseo barcelonés y la Fundación Victoria de los Ángeles, con puesta en escena del director francés Vincent Hughet y, al frente de la orquesta del Liceu, el director Lucas Macías Navarro.
Extraña fue la relación artística de Victoria y el Liceu, en cuyo escenario cantó su primera ópera escenificada, Le nozze di Figaro, de Mozart, en 1945. Después vivió jornadas memorables en el coliseo de la Rambla dando vida a heroínas como Mimí, Cio-Cio Sam, Manon, y lo hizo durante su etapa más gloriosa en los grandes teatros del mundo, de la Scala al Metropolitan o al Festival de Bayreuth –histórico debut en 1961 como Elisabeth de Tannhäuser–, hasta que en 1967 desapareció de la programación en un inexplicable e injustificable exilio artístico al que puso final en 1992 el añorado Albin Hänseroth, entonces director artístico del Liceu, con un recital tras 25 años de ausencia que hizo posible su emocionante reencuentro con los liceístas.
La propuesta escénica de Huguet, con espléndida iluminación de Conchita Pons, combinaba algunos elementos del montaje de Turandot y proyecciones de filmaciones del ámbito familiar de Victoria, con especial relevancia del vestuario de la legendaria soprano española, en un viaje a través de las diferentes etapas de su biografía, desde el nacimiento de una voz a su consagración internacional, con especial hincapié en su histórico debut en el Festival de Bayreuth. Julius Drake fue un impecable compañero de viaje en la selección liederística y Lucas Macías Navarro, titular de la Oviedo Filarmonía y director artístico de la Orquesta Ciudad de Granada, lidió en el foso con un variado programa de arias de ópera italiana, francesa, española y alemana que incluyó como única página orquestal la obertura de Tannhäuser que fue, de lejos y por falta de ensayos, lo menos lucido de la velada.
Seis sopranos –la italiana Maria Agresta, la británica Louise Adler, la armenia Juliana Grigoryan, la egipcia Fatma Said, española Sabina Puértolas y la sueca Iréne Theorin y cuatro mezzosopranos –la británica Sarah Connolly, la estadounidense Joyce DiDonato, la portuguesa Helena Ressurreição y la italiana Marina Viotti–integraron el cartel de voces (cayó por indisposición de última hora la soprano alemana Anne Schwanewilms) que evocó la huella de Victoria. Todas ellas lucieron estolas, fulares, mantones y otras prendas del armario de la cantante.
Destacaron en el largo programa la siempre intensa Theorin en el wagneriano Dicht, teure Halle!; la expresividad de Connolly en el emocionante When I am laid in earth, de Dido y Eneas de Purcell y una exquisita versión de Vergebliches Ständchen, de Schumann; el acierto expresivo de Alder en Die Forelle, de Schubert, y Said en otro de los lieder favoritos de Victoria, Widmung, de Schumann: la gracia de Viotti en Una voce poco fa, del rossiniano Barbero de Sevilla, interpretada entre las primeras filas de platea; el brillo de Puértolas en Je marche sur tour les chemins, de Manon de Massenet; el intenso lirismo de Agresta en la Canzone del salice y Ave María del Otello verdiano; la rica expresividad de DiDonato en Va! Laisse couler mes larmes, de Werther de Massenet; la fibra pucciniana de Juliana Grigoryan en Senza Mamma, de Suor Angelica o la comicidad y complicidad de DiDonato y Viotti en el rossiniano Duetto buffo di due gatti. Como fin de fiesta, el suave lirismo de la Cantinela de la Bachianas brasileiras nº 5 de Villa-Lobos con una inspiradísima Grigoryan a la que se unieron el resto de voces en un emotivo final. Y un apunte final, sorprende en un homenaje Victoria la participación de sólo una cantante española y la ausencia de artistas que acompañaron a la ilustre soprano en sus últimos años de actividad liederística, como es el caso del pianista y compositor Albert Guinovart, o incluso el director musical del Liceu, Josep Pons, que dirigió a Victoria en un disco monográfico consagrado a Manuel de Falla al frente de la desaparecida y muy añorada Orquestra de Cambra Teatre Lliure, grabado en 1992 y editado por Harmonia Mundi.
Javier Pérez Senz
(fotos: Antoni Bofill)