BARCELONA / Gardiner, una emocionante ‘Misa en si menor’
Barcelona. Palau de la Música Catalana. 11.4.2023. English Baroque Soloists; Monteverdi Choir; Hilary Cronin, soprano, Bethany Horak-Hellet, mezzosoprano; Sarah Denbee, mezzosoprano; Reginald Mobley, contratenor; Nick Pritchard, tenor; Jonathan Hanley, tenor; Dingle Yandell, bajo-barítono; Alex Ashworth, bajo-barítono. John Eliot Gardiner, director. J. S. Bach, Misa en si menor.
El Palau de la Música Catalana, siguiendo una tradición en cierta manera sensible a los tiempos litúrgicos –tanto protestantes como católicos– nos ha ofrecido tres monumentales obras sacras de Bach: el Jueves de Pasión escuchamos la de San Mateo, el viernes de dolores la Pasión según san Juan y el martes de Pascua se ha cerrado este festival sacro con una maravillosa y conmovedora versión, debida a John Eliot Gardiner, de la Misa en si menor.
Por su extraordinaria extensión y complejidad (comprende 24 números o secciones musicales), la Misa en si menor supera con mucho las dimensiones de una composición litúrgica. Incluso fuera del ámbito sacro, en la sala de conciertos, absorbe completamente a ejecutantes y oyentes. Su orquestación es rica y colorista, a las cuerdas se suman flautas, oboes, oboes d’amore, fagots, trompa, tres trompetas, timbales y órgano, además del continuo (violonchelo y clave). Quince de los números son corales y nueve, arias o duetos, están escritos para voces solistas. Los musicólogos han registrado puntualmente las veces que Bach reutiliza partes de las cantatas y misas (entiéndase Kyrie y Gloria, aceptadas por la liturgia protestante) anteriormente compuestas, pero es a todas luces inapropiado hablar, como hacen algunos (Oehlmann, A. Wagner) de autoparodia o tratamiento paródico. La utilización sabia de motivos y fragmentos anteriormente usados realza la variedad y riqueza de la expresión, que va desde la majestuosidad del imponente Kyrie inicial a la paz, casi la dulzura del coro en el Et incarnatus est del Credo o al efecto lleno de misterio del Cruxifixus, uno de los más conmovedores llantos fúnebres sobre el Salvador que conoce la historia del arte.
Precisamente una de las altas cualidades de la dirección de Gardiner –magnífica, sobrecogedora desde todos los puntos de vista– fue su capacidad para expresar la variedad de inspiración que caracteriza la obra. A esto se añade la autoridad que proyecta sobre los intérpretes, la elegancia de su efectiva gestualidad, el rigor de las dinámicas y los volúmenes exigidos, lo que, dada la nula anotación al respecto en la partitura, exige un profundo conocimiento de la obra. Dados todos estos factores, se comprenderá que de John Eliot Gardiner y de su interpretación de Bach se pueda decir, tomándole a él mismo la expresión, que tiene la llave del “castillo en el cielo.”
Los English Baroque Soloists y el Monteverdi Choir respondieron admirablemente a la dirección de su titular y la complicidad entre este y aquellos favoreció la unidad de la interpretación. El coro fue magnífico en toda la variedad de expresiones, las voces agudas rascaron un poco antes de corregir rápidamente la emisión. El venerable latín de la liturgia católica –¡qué gran pérdida su práctica supresión!– sonó mucho mejor que lo habitual en los conjuntos británicos e incluso se hizo inteligible sobre todo en las arias. Los solistas de estas pertenecían, como es costumbre establecida (y más que discutible) en las versiones historicistas, a miembros del coro que se adelantaban para interpretar sus respectivas arias. El nivel de sus prestaciones fue siempre correcto –un poco menos en el dúo inicial para dos sopranos (en la versión que comentamos para soprano y mezzo soprano). Destacaron el bajo-barítono que interpretó el Et in Spiritum sanctum del Credo, bellísimamente acunado por dos oboes d’amore. A reseñar también el aria del Agnus Dei, conmovedoramente vertida por Reginald Mobley sobre un ejemplar tejido de los violines.
En la base de todo ello estuvieron a un nivel muy alto los instrumentistas del conjunto English Baroque Soloists, con unas cuerdas dúctiles tanto en la polifonía como en los unísonos. Los vientos dieron fe tanto de las ventajas como de los riesgos de la interpretación con instrumentos originales. Ventajas: el rico colorido de los vientos madera, oboes, oboes d’amore, flautas, fagots a veces, el brillo espectacular de las trompetas, a veces. Riesgos: la sequedad de los fagots, otras veces, las dificultades de afinación de las trompetas, alguna vez. La trompa natural lo tuvo muy difícil.
Nada que desluciera la magnífica interpretación de una obra sublime por unos intérpretes verdaderamente músicos, sabios, sensibles, capaces de conmover íntimamente. No nos atrevemos a cantar, pero sí a susurrar con ellos: “dona nobis pacem.”
José Luis Vidal
(foto: Palau de la Música Catalana)