BARCELONA / El vuelo lírico de Ermonela Jaho y Albert Guinovart rinde homenaje a Victoria de los Ángeles
Barcelona. Palau de la Música Catalana. 19-II-2024. Ermonela Jaho, soprano. Franz Schubert Filharmonia. Director: Tomàs Grau.
La soprano albanesa Ermonela Jaho está en su mejor momento. Tras ser galardonada con el premio Ópera XXI a la mejor artista extranjera de la pasada temporada por su conmovedora Suor Angelica en el Gran Teatre del Liceu –su próxima cita en el coliseo barcelonés tendrá lugar el 2 de mayo en una gala lírica junto a Lisette Oropesa, Javier Camarena y Carlos Álvarez–, Jaho cosechó un gran éxito en su debut en el Palau de les Arts de Valencia en una velada liederística, el pasado 4 de febrero, en la que contó con la complicidad absoluta, el talento y la maestría del pianista Rubén Fernández Aguirre en un bien hilvanado programa que combinaba el repertorio belcantista y el romanticismo francés e italiano e incluía como grata sorpresa cuatro de las seis poco conocidas Baladas sobre textos de la marquesa de Bolaños, de Isaac Albéniz.
En cada nueva actuación, Jaho se revela como una artista capaz de conmover con una expresividad desbordante y una voz manejada con una técnica soberana. Con estas armas conquistó al público en el Palau de la Música Catalana en un concierto de la temporada de la Franz Schubert Filharmonia (FSF) concebido como homenaje a Victoria de los Ángeles en su centenario. En el programa, bajo la batuta de Tomàs Grau, titular de la formación tarraconense, figuraron en la primera parte cinco arias de óperas de Giacomo Puccini (La Bohème, Turandot, Suor Angelica, Madama Butterfly y Gianni Schicchi), más el Preludio del acto tercero de Edgar y el Intermezzo de Suor Angelica, y en la segunda parte, el estreno de la Simfonía dels Àngels, del compositor y pianista catalán Albert Guinovart.
Por afinidad e intensidad lírica, Puccini es un compositor ideal para la vocalidad de Jaho. La huella de Magda Olivero se percibe en el uso del legato y la capacidad de apianar la voz para conseguir efectos mágicos. Tras una pulcra interpretación de Mi chiamano Mimì, la actuación de la soprano albanesa fue in crescendo, ganando intensidad lírica en Tu che di gel sei cinta. La fuerza de Jaho al transmitir el dolor de Suor Angelica en una antológica Senza mamma desató el entusiasmo del público, que no llenó el templo modernista. Ya en un clima de fervor, se disfrutaron tanto el instinto dramático como la riqueza de matices en muy notables interpretaciones de Un bel dì verdremo, O mio babbino caro y, como propina, una muy bella y bien perfilada versión del Ave Maria de Otello de Verdi. La calidad y brillantez de la Franz Schubert Filharmonia permitía mayores dosis de emoción y fuerza teatral, pero Grau optó por un lectura correcta, pulcra en el relieve de algunos pasajes y muy cuidadosa en el acompañamiento a la solista, pero plana en algunos momentos.
La Simfonia dels Ángels, la primera de Guinovart en un copioso catálogo que incluye conciertos para piano, óperas, musicales y muchas piezas para piano, nace por encargo de la FSF y a lo largo de sus cinco movimientos (dos de ellos con voz solista), plasma los recuerdos de su estrecha relación artística y personal con Victoria de los Ángeles, a la que acompañó durante su última década en los escenarios.
En el primer movimiento, I arriba un àngel, Guinovart evoca los inicios de la carrera de la genial soprano catalana, y lo hace con citas musicales cargadas de significado, como la canción popular El mariner, o el recuerdo a sus padres a través de canciones populares como la lorquiana Nana de Sevilla y Tres hojitas, madre. Hábil orquestador, Guinovart trufa esas melodías con música propia y consigue momentos de gran efusividad lírica. De hecho, la brillantez y refinamiento en la orquestación y su encanto melódico, marcan la tónica de una obra que es puro Guinovart en su facilidad para conectar con el público. Grau mantuvo el pulso con una dirección flexible en la que brillaron todas las secciones de la orquesta.
El motivo inicial de la seguidilla de Carmen que utiliza con ingenio en el segundo movimiento, un scherzo bajo el título de Remembrances, o la cita al Die Forelle schubertiano, son citas puntuales en un relato musical con un alegre vals central que muestra la efusiva vena melódica del compositor. El tercer movimiento, Che luce è questa, sobre los versos de un soneto de Petrarca sobre los ángeles, es quizá el más convincente por su sincero vuelo lírico y la ajustada expresividad de Ermonela Jaho. Tras el incisivo juego rítmico del cuarto movimiento, Alegría, con la huella de Gershwin y Bernstein, la sinfonía culmina con un adagio de gran aliento poético, The angels come to visit us, sobre textos de la poetisa George Elliot y una cita en inglés de Chéjov. Guinovart lo envuelve con la atmósfera del célebre Adagietto de la Quinta sinfonía de Gustav Mahler, una música que Victoria de los Ángeles adoraba. Aquí, el arte de Ermonela Jaho para cerrar la obra con un pianísimo de cautivador efecto, fue uno de los instantes mágicos de la velada.
Javier Pérez Senz